No debe ceder Casado, no deben claudicar los liberales ante la presión de la actual y muy peculiar izquierda española para renovar el Consejo General del Poder Judicial. Es cierto que es una renovación que lleva pendiente desde hace más de dos años, es verdad que parece que lo justo, en condiciones normales, sería proceder a llevar a cabo los cambios oportunos, pero las circunstancias en que se están desenvolviendo los acontecimientos políticos en los últimos tiempos y las evidencias, hacen que lo que pudiera suceder tras tales cambios parezca poco menos que pavoroso.
Dicha renovación llevaría a ese Consejo, con toda probabilidad, a tener una mayoría izquierdista algo que, en condiciones normales repito, no debiera suponer un mayor problema por ser consonante con la mayoría parlamentaria, pero el más que previsible nombramiento de dos jueces de corte podemita, otros sanchistas y algún otro con cercanía ideológica a sectores independentistas, se nos antoja muy peligroso.
La experiencia de lo que ha supuesto ya la designación de una ex ministra socialista, muy amiga de Sánchez y plegada a sus deseos, como Fiscal General del Estado, la transformación de tal órgano en un ente con un carácter más político que judicial, un instrumento dispuesto a taponar todas las vías de agua que pudieran perjudicar a cualquiera de las dos patas del gobierno y así abrir las puertas a una deriva que pueda conducir a la demolición del llamado régimen del 78, Monarquía incluida, no puede más que producirnos escalofríos.
La reciente afrenta al Rey, para atender a las demandas del soberanismo catalán, impidiendo su asistencia a la entrega de despachos de la 69 promoción de jueces en Barcelona, no tiene explicación posible aunque luego se hayan tratado de exponer razones cada cual más peregrina; los ataques personales a Su Majestad por parte de un politicastro que dirige un ministerio perfectamente prescindible, el tonto al que le dieron su lápiz para que se entretenga a la vez que goza de un generoso e inmerecido sueldo, el perjuro de la Constitución, totalitario de manual y mamarracho que responde por el apellido Garzón más los agravios continuos a la Corona realizados por un vicepandemias tan obtuso como el anterior, resultan imposibles de entender en un estado que se supone de derecho. Pero que el presidente del gobierno permanezca silente y no les cese de inmediato, o que a un ministro del gobierno de España le parezca que los vivas al Rey son pasarse tres montañas, solo parece confirmar nuestras sospechas de que no se trata de salidas de tono exclusivas de una parte del gobierno, lo que ya de por sí sería muy grave.
Las continuas y constantes cesiones -diálogo le llaman- ante un independentismo cada vez más irredento, los intentos de descabezar a las Fuerzas de Seguridad, la manipulación de los medios, las leyes de memoria destructiva-de-la-democracia-y-la-concordia, la manipulación de una crisis sanitaria para obtener réditos políticos -algo a lo que no es ajeno ninguno de los partidos- y el descabezamiento de la jefatura del estado. Si todo ello se culmina con la usurpación del poder judicial, si se logra que los jueces dejen de ser el último dique de protección ante la ruptura constitucional, eso puede suponer el fin de la separación de poderes y del estado de derecho que tan buenos resultados nos ha proporcionado durante los últimos cuarenta años. No volvamos a matar a Montesquieu.
Objetivo prioritario es también, desde luego, la conquista de Madrid.
La republiqueta que tan preclaramente pronosticó pocas fechas atrás Felipe González, no es solo un deseo de comunistas, separatistas y antisistemas varios. La republiqueta confederal y plurinacional no es un ansia exclusiva de la izquierda más radical. Ya no resulta creíble que terminar con el estado tal como lo conocemos sea solo un afán de Puigdemones, Oteguis o Iglesias y mariachis varios. El vergonzoso abrazo del 12 de diciembre de 2.019 entre Sánchez e Iglesias, urdido en apenas 24 horas, no podía ser otra cosa más que un plan preconcebido, y los contínuos desaires al jefe del estado que desde entonces se vienen repitiendo, nada de eso puede ser casualidad.
El plan de desguace y deconstrucción de España está en marcha. Sánchez e Iglesias, poli bueno poli malo, y el reo estará a punto de confesarse culpable. ¿Qué jueces le esperan?