“Jamás he conocido a nadie con unas ansias más grandes de dormir en La Moncloa (...) Ese afán de protagonismo, esa afectación (...) ese estudio de sus gestos y sus poses, ese terrible vacío en todo cuanto dice, la insignificancia de su mensaje, las ansias de que no lo saquen de allí (...) aunque para ello tenga que asociarse con lo peor de cada casa… (...) Y nada hace prever que las cosas puedan mejorar”. Esta frase no la han pronunciado ni Albert Rivera ni Pablo Casado, tampoco Santiago Abascal. Así se expresó un histórico líder socialista, Alfonso Guerra, en referencia a Pedro Sánchez Pérez-Castejón.

El 21 de diciembre se celebró en Barcelona el ya previsto Consejo de Ministras/os del gobierno español y, como también nos temíamos, no ha sido una jornada en la que haya reinado ni de lejos la normalidad en la Comunidad Autónoma de Cataluña. Numerosos incidentes violentos han tenido lugar protagonizados por esta nueva versión de la kale-borroca; cortes de carreteras y autopistas, enfrentamientos con las fuerzas de seguridad, ataques a periodistas que cubrían las noticias, impedir que un elevado número de ciudadanos pudiesen llegar a sus trabajos, hacer que muchos comercios permaneciesen cerrados por temor a las consecuencias y, en fin, alterar gravemente la vida de la gente. Es cierto que los altercados fueron menores de lo que hubiéramos podido temer, pero setenta y siete heridos y trece detenidos no parecen un resultado halagüeño.

El ¿éxito? de todo esto proviene de que el loco supremacista Torra y sus secuaces, en esta ocasión no han impedido a sus policías, a sus mossos de esquadra, intervenir, que es tanto como no haber tendido al gobierno una trampa como la que llevaron a cabo el tristemente famoso 1-O -a sabiendas de que lo contrario les podría haber supuesto un mayor descredito internacional si tal cabe-. Pero nada ha sido gratis. La relativa y muy escasa normalidad que se vivió ese día 21 tuvo un precio muy elevado: desde una fotografía final que bien puede interpretarse como si el encuentro se hubiera desarrollado como una conferencia bilateral internacional entre dos gobiernos al mismo nivel, hasta un comunicado conjunto impuesto y redactado al gusto de los independentistas en el que aparece el término“conflicto” -concisión legal habitualmente usada para designar las beligerancias bélicas- y la sustitución de la palabra “Constitución” por el concepto “seguridad jurídica”; y si la diputada de Coalición Canaria Ana Oramas no miente, cosa que nunca hace, 200 millones previstos para carreteras en sus islas se han esfumado con dirección a Cataluña, “ha vendido a Canarias por una foto con Torra”, fueron sus palabras, "Están lanzando el mensaje de ser independientes, levantar una sociedad, ser irresponsables, para tener los derechos y la financiación", continuó diciendo. Lo que Sánchez parece haber conseguido es que los independentistas sean unos de los que avalen el techo del gasto del gobierno, algo que no le asegura en absoluto la aprobación de los presupuestos y que el nada honorable Torra diga que sí, que dialogarán. El mismo Torra que fomentó los altercados que ese día tuvieron lugar y el mismo día en que la Consejera Elsa Artadi despreció los ¿acuerdos? y criticó al gobierno por no hablar de financiación ni de obras de infraestructura (pues que le pregunte a Oramas). Pero lo peor de todo y de lo que hay motivos sobrados para sospechar es de qué cesiones vergonzosas se ha podido hablar a puerta cerrada, de qué no conocemos porque no lo nos han revelado. Conociendo el paño, ver a Torra salir tan feliz solo puede intranquilizarnos. Los únicos beneficiarios fueron Torra y los separatistas, pero quizá Sánchez ha logrado lo único que le interesa, dormir un poco más en La Moncloa, tremendo éxito cortoplacista para él.

Sánchez acabará teniendo que explicar en sede parlamentaria, por qué tuvo que movilizar a tantos Policías y Guardias Civiles y cuál fue el coste de la operación. Y, al final, nos preguntamos ¿todo esto para qué? Por supuesto que el gobierno de España puede celebrar sus consejos ministeriales donde le plazca dentro del territorio nacional y es cierto hace poco tuvo lugar uno en Sevilla, pero habiendo en España 17 Comunidades y dos ciudades Autónomas, ¿se valoró bien que este fuera el momento adecuado para reunirse en Cataluña? Por supuesto que no y demostrado queda, ¿pensaron el sinsorgo de Sánchez y sus muchos ineptos y bien pagados asesores que era un momento adecuado para tener un gesto de buena voluntad con el separatismo catalán y que éstos se lo agradecerían? No, no lo era, solo buscaban la foto y que el impacto del gesto y el postureo les generase algún beneficio. Pero lo hicieron, como siempre, con precipitación, con insensatez y sin meditarlo adecuadamente. Son ya muchas las decisiones irreflexivas adoptadas tales como la de asegurar que en el mes de julio pasado iban a sacar a Franco de su tumba para medio año después continuar enredados en una maraña legal de la que no saben bien como salir.
Una y otra vez la frivolidad, la improvisación y el desdecirse por bandera.

Muchos de sus barones regionales, irritados, ya no saben como reaccionar. Y es que llevamos mucho tiempo advirtiendo una gran división interna en el PSOE -a Sánchez ya le echaron una vez y ellos sabrán lo que les conviene de nuevo-. Se temen las graves consecuencias que a su partido puede ocasionar este egocéntrico personaje. Lo peor es que nuestro país y la unidad de España también siguen sufriendo las consecuencias y las sucesivas humillaciones.

Para colmo de males, todos los analistas políticos coinciden en que lo único que se puede haber conseguido con tan grotesca representación es una nueva sangría de votos para un partido poco socialista, nada obrero y escasamente español, así que nos volvemos a preguntar: ¿Todo esto para qué?

Al fin ni Torra logrará la independencia ni Sánchez que le aprueben los presupuestos. Gran negocio y todo por seguir viviendo bajo el techo de palacio.

La anarquía está en todas partes cuando la responsabilidad no está en ninguna.
Gustave Le Bon, sociólogo francés (1.841-1.931).