Transcurrido el mes de agosto, el periodo en que más personas cogen sus vacaciones  anuales y en el que muchos, la mayoría, incluido este blog, se han tomado un respiro, ha llegado la hora de reiniciar todo tipo de actividades.

Escasas son las cosas que han cambiado durante este tiempo o, al menos, pocas  han sido de especial relevancia en el terreno de la política.  La reunión del G7 que tuvo lugar en  Biarritz, localidad del país vasco francés, el episodio ridículo del Open Arms -dicho desde la empatía y el respeto que nos  merecen las personas que buscan una vida mejor, víctimas explotadas por las mafias- y la inconsistente denuncia que recibió el gran tenor Plácido Domingo, han sido las únicas noticias que podemos destacar -si hacemos abstracción de alguna catástrofe y la repetitiva violencia machista o en el ámbito familiar y sucesos luctuosos varios-, porque en el capítulo de las negociaciones para formar gobierno antes del próximo 23 de septiembre, estas  han quedado muy estancadas y ya veremos el tono que adquieren a partir de ahora.

La cumbre del G7 reunió a los jefes de gobierno de los siete países más industrializados y las economías más desarrolladas del planeta (que no son tales ya que, por diversas razones, se excluyen a China, India, Brasil y Rusia, que podrían dejar al menos a Canadá e Italia fuera de ese septeto). A la cumbre asiste también un representante de la UE, mientras que Rusia fue hace tiempo excluida de lo que era el  G8 por no pertenecer a la OMC, pero desde luego sí forma parte del G20 que nos parece una cumbre mucho más representativa que esta del G7 que ahora nos ocupa. El caso es que la Asamblea a la que nos estamos refiriendo sirvió para muy poco. Se temían mayores tensiones dadas las personalidades histriónicas, de poco fuste intelectual y escasa talla política y moral de dirigentes como Boris Johnson o Donald Trump pero se lograron mantener las buenas maneras. Resultó útil para el francés Macron como anfitrión y aspirante a liderar la Unión Europea, ofreció algún  relajamiento en las perspectivas de la guerra comercial entre USA y China con cierto alivio para los mercados y tal vez suavizó un poco las tensiones con Irán. Aunque los citados Trump y el británico Johnson no empatizaran demasiado, el primero se dedicó a alentar el Brexit duro del segundo y poco más hay que contar de tan cacareada cumbre, además de celebrar el hecho de que no hubo que lamentar demasiados altercados de orden público. Por parte española y a nuestro lado de la frontera, no podía faltar que Podemos e independentistas varios protagonizaran el ridículo habitual organizando unas reuniones paralelas. También es destacable la invitación que recibió España, que no el presidente Sánchez aunque éste aprovechara para sacar pecho, junto a otros ocho países, para al menos asistir a la cena y hacerse la foto, algo siempre positivo por aquello que los angloparlantes denominan como el “show the flag” o "enseñar la bandera" porque siempre es bueno que a uno, al menos, le vean en todos los foros.

La formación de gobierno sigue encallada y con pocos visos de cambiar. La mayoría de los observadores empieza a considerar más que probable que tengamos que afrontar unas nuevas elecciones el próximo 10 de noviembre. El PSOE necesita al menos de la abstención de Podemos pero sus posturas parecen cada vez más encontradas hasta el punto de que intuyamos que solo un milagro, no descartable,  les llevaría a ponerse de acuerdo. Y Sánchez, que sabe que es imposible que PP y Ciudadanos le obsequien con su propia abstención, sigue empeñado en pedírsela en lo que parece una nueva pero poco novedosa forma de perder -o ganar- el tiempo porque ¿qué puede esperar después de entregar la alcaldía de la localidad de Huarte a Bildu tal como éstos le reclamaran tras abstenerse a favor de la candidatura de María Chivite o después de expulsar del partido a la alcaldesa de Cartagena por pactar su investidura con PP y Ciudadanos? A falta de algo mejor que ofrecer, el presidente en funciones se sigue reuniendo con asociaciones educativas, con ONGs contra la desigualdad social y la despoblación, con asociaciones de Digitalización y Ciencia y otras organizaciones similares . No sabemos qué relación puede tener todo ello con la formación de un gobierno ¿progresista? pero es que de donde no hay, nada se puede sacar.

Y mientras, Pablo Casado a vueltas con la idea de una alianza, España Suma, similar a la acordada en Navarra, que quizá fuese rentable para los intereses de la derecha pero que tampoco tiene visos de poder progresar.

Ya decíamos que había pocas novedades importantes que reseñar pero lo que venga a partir de ahora puede ser  interesante. O tal vez no tanto.