Hemos olvidado a Nicaragua
La situación de Venezuela, con todo su dramatismo, no es el único problema espinoso que está teniendo lugar en la América de habla hispana.
Venezuela se encuentra sumida en graves problemas porque se están aniquilando todos los derechos de sus habitantes, pero Nicaragua también ha sufrido en el último año una violentísima represión a manos de su policía y de las fuerzas paramilitares al servicio del régimen que desde 2.007, y de modo más compulsivo desde 2.014, instauró otro sátrapa, Daniel Ortega, en comandita con su esposa y Vicepresidenta, Rosario Murillo, dúo y pareja lúgubre de manual.
Con fecha de 27 de abril de 2.018 ya nos referimos en este blog al caso nicaragüense como una de las dictaduras del mal llamado “Socialismo del Siglo XXI”, concepto ideado por el castrismo cubano y el chavismo venezolano, tal vez para con ese nombre intentar dar una mano de cal que blanquease y mimetizase lo que no son más que las mismas dictaduras comunistas de toda la vida.
Ese artículo al que nos referimos se titulaba “Nicaragua 27 muertos”, que eran los asesinados por Ortega desde que se iniciaran unas revueltas populares nueve días antes, el 18 de abril. Se puede volver a ver en el siguiente enlace:
https://elseptimojinete.com/latinoamerica-y-las-dictaduras/
Después de muchos meses de conflicto, el número víctimas mortales se ha elevado hasta 325 y son varios los miles de heridos aunque hasta donde sabemos nadie los haya podido cuantificar bien, mientras que 700 personas fueron encarceladas. El secuestro y el asesinato se convirtieron en la norma del régimen sandinista.
Una bajada de las pensiones de jubilación y un incremento de los tributos, fueron el detonante para que comenzase la revuelta popular contra la dictadura que se ha vuelto a instaurar en el pequeño país centroamericano desde 2.007. Y es que cuando se produce un levantamiento popular de este calibre es porque el descontento viene de lejos y cualquier chispa puede iniciar el conflicto.
Ortega fue uno de los líderes de la revolución sandinista que derrocó al dictador Anastasio Somoza; tras el fin de la dictadura, fue el primer presidente elegido democráticamente y gobernó el país desde 1.985 hasta 1.990 en que perdió otras elecciones, esta vez ganadas por Violeta Chamorro. Ortega permaneció 17 años en la oposición para volver a ganar los comicios en 2.007, pero tras gobernar dos legislaturas seguidas al frente de su partido, el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), comenzó su deriva descaradamente dictatorial socavando los fundamentos de la democracia que había contribuido a establecer. La ley no le permitía presentarse a una tercera legislatura consecutiva pero se las “ingenió” para reformar la Constitución de modo que le permitiese la reelección presidencial indefinida. Es lo de siempre y lo que muchos otros autarcas ya habían impuesto en otros lugares.
En esa tercera reelección no se permitió la presencia de observadores internacionales y la oposición acusó al gobierno de un escandaloso fraude electoral. Desde luego parece imposible que en una tercera ocasión consecutiva, cualquier candidato pueda obtener el 72% a su favor de los votos escrutados. Ni en Nicaragua ni en parte alguna y menos tras una nefasta gestión.
Ortega y Murillo han instaurado en Nicaragua una dictadura afín al castrismo cubano y al chavismo venezolano, que tanto monta monta tanto, e inscribieron a su país en la “Alianza Bolivariana para los Pueblos de nuestra América” (ALBA) junto a Cuba, Venezuela y Bolivia y algunos otros pequeños estados.
Ortega y Murillo siguen controlando la revuelta popular a sangre y fuego pero aunque su intensidad ha disminuido, no se puede decir que todo haya terminado. Ahora y desde hace tiempo, el pueblo nicaragüense vive atemorizado y sumido en una situación más cercana a la pobreza que al bienestar. Nicaragua ocupa el puesto 121 del mundo en cuanto a su PIB y el 124 por su Índice de Desarrollo Humano (IDH). Son las ventajas que tiene la dictadura revolucionaria de la que se muestran partidarias mentes tan preclaras como la de nuestro Alberto Garzón y otros que no hará falta que les cite.
Numerosas Organizaciones Internacionales han mostrado su preocupación por los acontecimientos relatados (Amnistía Internacional, Human Rights Watch, el Foro de Sao Paulo, la OEA , ACNUR y la Unión Europea) pero no parece que los hayan condenado con la debida contundencia. La mayor parte de los estados americanos también se han mostrado consternados aunque, por supuesto, los ya citados del ALBA apoyaron a Ortega. Por su parte, Japón, Francia y la Santa Sede también hicieron tibias declaraciones y Rusia, fiel a sus posturas, dijo que era un tema de asuntos internos y solo calificó como violentos a los manifestantes. Los Estados Unidos fueron los únicos que mostraron algo de contundencia imponiendo sanciones económicas al régimen sandinista y el gobierno de España, fiel también a sus principios de silbar mirando al tendido pidió “máxima contención” a las fuerzas de seguridad, ofreciendo colaboración para el establecimiento de una vía de diálogo efectivo. En cualquier caso nada muy diferente a los demás.
En definitiva el caso es que Ortega y su señora, si Dios no lo remedia, van a seguir haciendo lo que les de la gana, avasallando y sometiendo a los sufridos nicaragüenses durante mucho tiempo.
Lo que no acabamos de entender es que haya una diferencia tan grande de tratamiento entre este caso y el venezolano. En Venezuela, al menos, la presión internacional es mucho más fuerte, no se si suficientemente dura, pero mucho más que con la ejercida contra Ortega y su dictadura y la prensa tampoco muestra mayor interés por lo sucesos en Nicaragua. En Venezuela hay al menos atisbos de que el narcorégimen de Maduro y Diosdado Cabello podría caer, pero la situación en el país centroamericano no parece tener solución.
¿Por qué esa diferencia?¿Será el petróleo?