Nadie, incluidos los más acérrimos podemitas, ninguna persona que fuera dueña de una empresa española que facturase 573 millones de euros al año, sería tan temerario como para poner al frente de la misma a desvalidos intelectuales como Irene Montero, cuyo presupuesto ministerial es exactamente ese. Tampoco elegiría a las Ione Belarra (que cuenta con 5.000 millones), ni a los Echenique, ni a la misma Yolanda Díaz, antes choni y hoy tan vestida de Prada como bluff de la política, entre otros cuya relación sería larga. ¿Quién daría un puesto de responsabilidad en su negocio a harapientos mentales como la tristemente célebre Pam, tan afanadas ella y cofrades en mostrarnos su ordinariez, o cualquier otra “miembra” del club de la tarta?
Según la RAE, una persona macarra es alguien vulgar, de mal gusto, agresivo y achulado, o sea el vivo retrato de personajes como Pablo Iglesias y toda la panda de perroflautas que le admira.
Pues toda esa patulea, a la que podemos añadir filoterroristas e independentistas condenados por sedición -sí, sedición-, tiene enorme influencia o impone sus decisiones en el actual gobierno de España y así nos va.
Tampoco es que en el área socialista del ejecutivo haya demasiados personajes en los que pudiéramos depositar confianza a la hora de manejar nuestras finanzas. La gran mayoría de ministros, ministras, cargos y cargas intermedios, están dentro de la mediocridad imperante entre los políticos españoles, porque siendo cierto que bastantes (no todos) han estudiado algo, de muchos solo se conoce su militancia política, el chauchau o la mamandurria sectaria, mientras que su experiencia de gestión es casi inexistente. Y los pocos que tienen capacidad demostrada en administración de recursos están vergonzantemente abducidos, o mejor dicho sometidos, por el más achulapado de todos, el famoso narcisista doctor fake, y solo obedecen ciegamente sus fatuas consignas dejando de lado su propia dignidad.
Infortunadamente sigue habiendo quien les vota. Ya la hemos citado muchas veces pero nunca está de más recordar la frase de Gandhi: Si hay alguien en el poder es porque quienes le eligieron están bien representados.