La desaparición del bipartidismo se tradujo en la mayoría de los casos en una cierta atomización de ambos. En realidad, si excluimos a los nacionalismos, lo que parece observarse es que en lugar de la preeminencia de dos partidos, lo que tenemos es la de dos bloques, los unos en el ámbito de la derecha y los otros en el de la izquierda y eso ha desembocado en que cada partido tenga más de un rival, los de diferente ideología y los que le disputan el liderazgo dentro de su mismo o similar espacio.
En la izquierda se observan dos fuerzas preponderantes: el PSOE, partido al que se le presuponía, hasta ahora al menos, militar en la socialdemocracia y la indisimuladamente comunista Podemos y sus confluencias, incluyendo a la casi desaparecida Izquierda Unida, rendida a sus encantos. Mientras, la moderada UPyD parece haber quedado relegada a ser un partido casi testimonial.
Como rival del Partido Popular y dispuestos a arrebatarles la hegemonía, encontramos al partido Ciudadanos, a los que parece que les cuesta definirse a sí mismos pero que tienen un aire tan identificablemente liberal que, en definitiva, hace que donde se les reconozca sea en la derecha, aunque también puedan tener sus propias corrientes internas.
Es costumbre de la izquierda española -generalmente la más radical pero no de modo exclusivo- defenderse o atacar señalando a todo lo que esté a su derecha como intolerante, extremista, fascista o herederos del franquismo entre otras lindezas, como muestra clara de su democrático talante conciliador. Sin ir más lejos, la señora ministra de justicia doña Dolores Delgado hace pocas fechas, ante su reprobación y las críticas de la oposición por mentir sobre hechos que delatan un comportamiento muy negativo, no ha tenido mejor ocurrencia que acabar diciendo que todo ha ocurrido por ser mujer y que ha sido víctima de los ataques “de la derecha, de la extrema derecha, de la extrema extrema derecha”; argumentos sumamente originales, parangón intelectual que volvió a repetir el presidente del gobierno cuando ante una interpelación parlamentaria del líder de la oposición y a falta de argumentos de algún peso, le acabó contestando con un único considerando, el de llamarle radical y volver a repetir la manida frase de la crispación, acuñada durante la égida de Zapatero.
El papel testimonial que antes atribuíamos a UPyD en la izquierda, ahora lo ha venido a representar en la derecha un tercer partido, VOX, fundado por Santiago Abascal, un antiguo militante del PP, formación política que parece militar en una zona ideológica a la derecha de éste.
El domingo día 7 de octubre, Vox consiguió llenar la plaza de Vistalegre, algo que no logró ni de lejos en su ultimo congreso el Podemos de Pablo Iglesias, lo que ha hecho sonar algunas alarmas en la izquierda y en la derecha y todos se han puesto en guardia. No hace falta que explique donde ha situado la progresía imperante a esta formación; si el PP y Ciudadanos eran tratados de fachas, imaginen de qué tratan a Vox. La izquierda le desprecia y la derecha no le muestra el menor afecto tratando también de ningunearles por aquello del miedo a la división y atomización del voto. Piensen, por ejemplo, en los sufragios, procedentes de "peperos" desencantados, que a Vox no le acabaron de servir para nada en el Ayuntamiento de Madrid, y son los que le faltaron a Esperanza Aguirre para obtener la mayoría suficiente que la convirtiese en alcaldesa.
Sin ser un servidor votante de Vox y con poca probabilidad de llegar a serlo, me parece una tremenda injusticia llamarles fascistas, espacio en el que muchos les sitúan, sobre todo por una especie de conjura de muchos y no solo desde la izquierda. Se puede estar de acuerdo o no con sus planteamientos y le pueden gustar a uno sus ideas en mayor o menor medida; yo discrepo de más de uno de sus argumentos, pero quienes hayan leído su programa y sus propuestas -que serán los menos, ya que en la habitual falta de lectura y en el sectarismo radica todo- no podrán llamarles extremistas de ningún tipo. Parecen ser de ideología conservadora, tal vez muy conservadora pero de eso a considerarles fascistas se está tan lejos y es tan falso como llamar comunista a cualquier partido solo por ser de izquierdas.
Existe una desviación mental en una parte importante de nuestra población, esa parte que se ha arrogado una superioridad moral que nos quiere imponer una forma de pensar políticamente correcta, que da por sentado que si no piensas como ellos eres un fascista, sin preocuparse de analizar siquiera qué es el fascismo ¿Cuánta de esta gente sería capaz de definir correctamente la ideología y el pensamiento de Benito Mussolini? Pocos, muy pocos lo harían pero da lo mismo. O perteneces a nuestro democrático pensamiento único o eres un facha. Y eso es lo que ocurre con Vox, porque nadie podrá achacarles una sola frase en la que se ensalce a Hitler, a Videla o a Pinochet ¡Ay de ellos si lo hicieran! y sin embargo muchos de los que ahora están alcanzando pactos con el actual gobierno de España ¡y viceversa!, se jactan de enaltecer la revolución rusa, a Lenin, a Fidel Castro o a Hugo Chávez y presentarse como adalides de la democracia, al parecer con el beneplácito de una sociedad que parece empezar a considerarlo como normal porque forma parte del paisaje diario.
Algo no va bien en España.
Stanley G. Payne: “El camino al 18 de julio”: Aunque la pretendida confiscación de propiedades violaba de forma directa la Constitución y fue rechazada por los republicanos de izquierda, el 9 de julio los comunistas alcanzaron el éxito (…) los grupos frentepopulistas acordaron atrasar el receso parlamentario veraniego hasta que se hubiese resuelto la cuestión de las responsabilidades en la represión [de la revolución de Asturias…] Por el contrario los numerosos delitos violentos de los revolucionarios seguirían disfrutando de inmunidad. Parecía que la republica de <<nuevo cuño>> estaba en marcha.