El presidente del Tribunal Constitucional ha hecho unas, cuando menos curiosas, declaraciones en el “V Congreso Internacional de la Unión Iberoamericana de Universidades y Cortes Supremas” que posiblemente hayan sonado muy bien a aquellos congresistas, aunque se diría que algunas cosas nos resultan a nosotros bastante sorprendentes por lo que viene ocurriendo en España.
Conde-Pumpido apela al principio de no injerencia para defender la independencia del poder judicial. El de no injerencia es uno de los principios clásicos del Derecho Internacional, reconocido en el artículo 2.7 de la Carta de Naciones Unidas, que consiste en que ningún país puede intervenir en los asuntos internos de otros. No sé si será un error, pero es de suponer que don Cándido ha querido referirse a la no intervención de la política en la justicia aunque, por lo que hasta ahora conocemos de las actuaciones del Tribunal que él preside, bien podría decirse que, a la inversa, la justicia en lo que de él depende, está bastante influenciada por las políticas de quien le designó para el cargo. No son pocos los ejemplos de ello.
Que el gobierno de España tiene las instituciones del estado tan intervenidas como puede, desde el INE hasta el CNI, desde el Tribunal de Cuentas a la Fiscalía General y la Abogacía del estado, el CIS y no menos de otras tantas, es algo bien sabido. Y tanto cree Pumpido en la independencia del poder judicial que ya sabe el modo en que deberá mancharse la toga con el polvo del camino hacia la cada vez menos presunta amnistía.
España no se va a romper territorialmente porque, aunque algunos de sus descerebrados y fanáticos ciudadanos les crea, los gerifaltes "indepes" políticos viven muy bien, instalados en el cuento y ahí desean seguir. Companys declaró en 1934 la independencia catalana “dentro de una república federal española” al igual que Maciá lo había intentado hacer en 1931 "dentro de una confederación de pueblos ibéricos", por no hablar de la brevedad de la declaración secesionista de Puigdemont en 1917. Cuando tememos que las políticas sanchistas puedan romper España no solo es que recelemos de sus enredos territoriales, que también. Es que el independentismo utliza a Sánchez pero el sanchismo se vale de los independentistas como herramienta para desmontar el siatema constitucional del 78. Lo que se está tramando va más allá del repugnante trapicheo con Bildu, Ezquerra, Puigdemont y el PNV, lo que los socialistas de nuevo cuño desean es adueñarse de todos los poderes: el ejecutivo que por ahora ya tienen, el legislativo que controlan y el judicial del que poco les falta.
Eso es lo que hacen las dictaduras y ese es nuestro mayor temor.