En este mundo nuestro del siglo XXI, en esta sociedad en la que creemos disfrutar de la época que mayores deseos de paz manifiestan las personas, los gobiernos y las instituciones, el número de conflictos armados de pequeña, media o alta intensidad, nunca desciende de los 20 en todo el planeta. Y es que, desgraciadamente, la guerra es una maldición que el hombre aun está lejos de desterrar.
Nada hay nada más cruel que la guerra pero, de todas ellas, las más despiadadas son las contiendas civiles de las que existen, por desgracia, numerosísimos ejemplos como han sido muy recientemente los fratricidas conflictos que se extendieron por los Balcanes de 1.991 a 1.999 o las matanzas de Ruanda entre tutsis y hutus en 1.994. La guerra civil española no fue la excepción y sufrió el genocidio sistemático por parte de ambos bandos. Decir que uno de ellos fue bueno y el otro malo, o que uno actuó con mayor crueldad que el opuesto, solo puede entenderse desde posturas maniqueas o ideologías sectarias. Y no estamos tratando de valorar la legalidad, la legitimidad o el grado de bondad que pudieran tener las diferentes posturas políticas porque no es lo que aquí se trata de considerar; solo nos referiremos a los desmanes criminales que cada uno de los bloques pudo cometer y que nada ni nadie podrá justificar.
Entre 1.940 y casi 1.960, se incoó en aquella España bajo el régimen de Franco, la que dio en llamarse “Causa General” contra los abusos y crímenes perpetrados durante la guerra civil en zona republicana, en la que se incluyen todos los atropellos que pudieran haber cometido los poderes de la II República desde 1.931 (sic). La información contenida en dicho expediente fue, sin duda, parcial y sesgada pero contenía muchos datos ciertos e innegables que demostraban la crueldad ejercitada, pero la de uno solo de los bandos. Toda la documentación referida a la Causa General se encuentra en el Archivo Histórico Nacional y es muy significativo que nadie haya osado desmentirla.
Aun hoy quedan muchas fosas comunes en las que yacen los cuerpos de asesinados del llamado bloque nacional y, si no pocas noticias que se tratan de ocultar son ciertas, más de una vez buscando fosas conteniendo cadáveres del bando republicano, se han encontrado otros del bloque contrario que se han vuelto a cubrir dejándolos en el olvido porque no interesaban.
Que la facción vencedora o bando franquista ofreciese una visión sesgada de los atropellos de la guerra es deplorable pero, sin necesidad de compartirlo, uno alcanza a entender que lo haga un régimen dictatorial.
Ahora, en plena democracia, tenemos promulgada una "Ley de la Memoria Histórica" que hace todo lo contrario, es decir que según esta disposición legal los únicos que cometieron tan horrendos delitos fueron los del llamado Bando Nacional, lo que resulta triste y doloroso. Con esta Ley se pretenden juzgar los crímenes del franquismo, fue promulgada durante el gobierno José Luis Rodríguez Zapatero y pretende ser ahora corregida y aumentada por el ejecutivo de Pedro Sánchez. Como ridícula excusa se suele manifestar que los otros ya fueron resarcidos por Franco como si no quedasen fosas de nacionales por descubrir o como si los muertos pudieran ser reconfortados. A veces se olvida que muchos no tuvieron siquiera opción de elegir bloque y fueron movilizados por uno de ellos sin la alternativa de optar por el contrario.
¿No somos mejores los demócratas que los que desean la dictadura? ¿Es esta la mejor manera de pasar página del triste pasado?
Podríamos estar a favor de una ley de este tipo si no tuviese fundamentos más propios del mazdeismo, si tratase de resarcir a todos los represaliados sin distinción de bando. Pero cuando se cambian los nombres a las calles y se destruyen monumentos dedicados a los de uno de ellos mientras se mantienen los de otros que pertenecieron a la facción contraria cuyos desmanes y crímenes están demostrados, lamento decir que empiezo a creer que algunos de los que a boca llena se autoproclaman demócratas distan mucho de serlo.
Yo, desde luego, quiero aquí y ahora manifestar mi reconocimiento, mi respeto y mi admiración por todas las víctimas; por todos los que murieron sin poder elegir donde combatir, por los que cayeron en defensa de unos ideales creyendo que en su patria debían prevalecer unos u otros valores, por los que fueron muertos por estar en el lugar o el momento más desfavorable para ellos, por los inocentes que murieron por cualquier causa; todos y todas eran seres humanos y compatriotas nuestros y jamás podré odiar a ninguno de ellos aunque disienta de sus ideas y por supuesto maldeciré siempre a quienes cometieran cualquier tropelía o matanza fueran del bando que fueran.
Si usted ha llegado a leer este artículo sepa que le quedo muy agradecido, pero si además cree que aquí se ha hecho apología de alguno de los bandos, por favor recapacite o hágaselo mirar.