Entre la especie humana existe una infinidad de personas capaces de reaccionar de muchas maneras y, por eso, predecir los resultados de cualquier proceso electoral resulta muy arriesgado. Entre esa diversidad de gentes podríamos distinguir a las que tienen las ideas muy claras, las que están llenas de dudas y aquellas que, aglutinando a una gran cantidad de indocumentados de diversa índole, se diría que todo les da igual. El conjunto formado por quienes pueden fluctuar -lo que es muy legítimo y hasta conveniente- y la enorme cantidad de paletos peligrosos que acabamos de citar, puede decidir el desenlace de los comicios, incluso con un final desastroso, pero ese es un riesgo que hay que asumir.
Se ha hablado tanto del reciente debate electoral celebrado entre los contrincantes políticos que se disputan la presidencia de la Comunidad de Madrid, que ya nos produce tedio, hasta vértigo, volverlo a mencionar y valorar a los intervinientes. Al respecto me permitiré tan solo hacer algunas observaciones desde el más estricto punto de vista personal:
La primera es que no es factible que un debate, y mucho menos en el que intervengan tantos antagonistas -seis en este caso- sirva para nada más que seguir fomentando el morbo del personal y que pocos serán quienes puedan cambiar o decidir su sentido del voto por lo que allí se diga y menos aun cuando lo que fundamentalmente se ofrece al espectador sea lo más parecido a una pelea de verduleras, dicho con todo el respeto a tan dignas señoras.
En segundo lugar, tampoco parece que la fecha estuviera muy bien elegida, pues que tan largo y cansino debate coincidiera con un partido del Real Madrid y con el programa en que la señora Rocío Carrasco atraía mayoritariamente la atención de las gentes contando sus penalidades -morbo por morbo la masa prefiere ver las lágrimas desgarradoras del famoseo-, solo condujo a que muchos desistieran de ver y oir a los políticos.
La verdad es que hay que ser un poco masoquista para soportar durante noventa minutos un enfrentamiento de estas características, cuando inmediatamente o al día siguiente y durante varias jornadas, tantos periodistas especializados nos lo van a resumir y contar todo lo que pueda haber sido de interés. En este caso, lo inteligente por parte del ciudadano sería sacar conclusiones tras oír a comentaristas de distinto signo, porque según quien sea el comunicador la definición del ganador del debate puede ser muy diferente, ya que tanto los informadores como los informados solemos confundir nuestros deseos con la realidad y hablar de vencedores es muy complicado, aunque sea más fácil deducir quienes sí han perdido.
Por ultimo, una conclusión podría ser que el debate no habra hecho cambiar de opinión a mucha gente y que cada cual se habrá afirmado en su postura que creo que, al menos la gran mayoría de la ciudadanía madrileña tiene ya tomada, digan lo que digan las encuestas. Y como tales sondeos no deberíamos incluir los del chef Tezanos que no pasan de ser burdos intentos de movilizar al sanchismo.
Lo que sí se puede deducir es que allí se definieron claramente dos bloques, izquierda y derecha, una nueva y clara muestra de que lo único que se ha cambiado es el bipartidismo por el "bibloquismo" con la consiguiente fragmentación del voto.
Díaz Ayuso, que era la rival a batir, aguantó bien el tipo y, al menos, no salió derrotada algo que suele interpretarse como una victoria. Isabel volvió a mostrar que se le da mejor la gestión que defenderla en un debate de estas características, pero, salvo algunos nervios, titubeos e imprecisiones iniciales, creo que supo salir bien del trance y se manifestó como lo que realmente es, la máxima aspirante a lograr el título, y aunque será complicado que pueda gobernar en solitario nadie puede descartarlo. Edmundo Bal es un buen candidato liberal al que lo único que le falla es su partido, porque después del espectáculo de Ciudadanos en Murcia, del frustrado en Madrid y las muchas zancadillas que su predecesor, Ignacio Aguado, puso a sus entonces socios de gobierno, plantear ahora que desean reeditar el mismo y traicionado pacto nos deja estupefactos. Y por parte de Rocío Monasterio, pues más de lo de siempre, ideas muy claras no exentas de populismo y algún exceso verbal. Vox puede ser el próximo socio del PP en Madrid pero debería pensar más antes de hablar.
Las intervenciones del bloque de izquierdas resultaron muy lamentables. Gabilondo es un personaje del que aun quedan signos de elevada talla intelectual pero que en manos de Sánchez no pasa de ser un títere al que su propio partido no hace más que dejar en ridículo: del no voy a subir impuestos al posterior vaya usted a saber, y del con este Iglesias no pactaré al Pablo nos quedan doce días, ha pasado tan poco tiempo que uno casi no sabe como don Ángel no manda a todos sus jefes a “cascarla”, si me permiten la expresión. Del cinismo mayúsculo del Iglesias que llegó en taxi y se fue en coche oficial, del “jeta” de Iglesias que se ha hecho rico en tan poco tiempo y siguió vomitando bilis por lo malísimos que son los ricos, del Pablo que puede acabar casi fuera de la política si ahora fracasa, de ese sujeto de ideología totalitaria, poco queda por decir. Y de su sucedánea colateral, Mónica García, alias Mónica la pistolera, la que inundó el plató de mentiras y falsedades escritas en carteles que exhibió sin mostrarlos y sin el menor contraste, solo cabe decir que aunque quizá presente una cara algo más amable que Pablo Iglesias Turrión (PIT), es igual de venenosa y entraña el mismo peligro en cuanto a ideología dictatorial.
Algo de bueno tuvo el debate, y es que al menos no hubimos de oír las diatribas de ningún nacionalista excluyente, lo que es muy de agradecer. Y de lo ocurrido en el más reciente debate celebrado en la cadena SER, otro espectáculo lamentable con posible nominación de PIT a un Oscar de Hollywood, quizás hablemos -o no-, otro día, porque tanto y tan lastimoso espectáculo nos hace desfallecer.