Produce cierta pereza hablar de mal llamado “pin parental” por varias razones, la primera es que en pocos días se han vertido tantos comentarios y opiniones al respecto que poco nuevo podría añadir, otra que en el fondo todo esto no es más que uno más de los ridículos espectáculos a los que ya nos estamos acostumbrando  y, también, que solo forma parte de una de las muchas cortinas de humo de las que el gobierno está empeñado en interponer ante nuestra vista para evitar que se siga hablando de las muchas actuaciones lamentables que le son atribuibles.

Hay que reconocer que en este ejecutivo son muy originales, y es que solo de singular puede calificarse que tras el primer Consejo de Ministros (ya la RAE aclaró que no es, en absoluto, necesario añadir el pedante término Ministras) la consiguiente rueda de prensa fuera presentada por tres, ahora sí, Ministras del Gobierno, la portavoz entrante, la saliente y la del partido coalicionado solo para que no faltase de nada porque motivos  para que estuviera allí no había ninguno. Postureo continuo y muchas voces para no contar casi nada del citado Consejo -¿quizá por haberse dedicado en él a todo menos a lo que se supone es una reunión de ese tipo?-, utilizando la mayor parte del tiempo en criticar agriamente una medida adoptada por una Comunidad Autónoma.

Es cierto que no hemos dejado pasar plazo alguno antes de criticar a este gobierno, ni los cien días  normales ni mucho menos, pero también es verdad que se han empeñado en  todo menos en gobernar. Nombramientos -pintorescos algunos, por no emplear adjetivos más crueles- designaciones a todo trapo como si no hubiera un mañana, la intervención de las cuentas de una Comunidad y la amenaza de demandar a otra, casualmente ambas gobernadas por el principal partido opositor, mientras se mira para otro lado ante todas las barbaridades cometidas por los golpistas que apoyaron la investidura, miles de tropelías en la enseñanza incluidas, permitir apertura de “embajadas” ya declaradas improcedentes por el tribunal Superior de Cataluña etc. etc. Y es que, dicen ellos,  hay que desjudicializar la política, pero naturalmente solo la política que los mismos digan. Pura congruencia.

Claro que ninguna persona es propiedad de nadie, por supuesto que los hijos no son objetos ni cosas que se puedan comprar o vender pero sí que son hijos de sus padres y de nadie más; los niños pertenecen a la exclusiva responsabilidad de sus padres que son quienes tienen el derecho y la obligación, tal como consta en nuestra Constitución (artículo 27.3),  contenida además en el artículo 26.3 de la declaración Universal de los Derechos Humanos que tanto gustan invocar, de  educarles según sus propias convicciones. El estado deberá proporcionar los medios adecuados a las familias, enseñar a la juventud las ciencias, darles cultura y cooperar en su formación, pero ahí se acaban sus derechos y obligaciones. Del mismo modo que la asignatura de religión es optativa, exactamente el mismo criterio debería ser aplicable a cualquier otra materia que, además, sea complementaria o extraescolar. Guste a unos o disguste a otros es su derecho.

Desde el gobierno multicolor Frankenstein solo se ha pretendido, por un lado ocultar tan vergonzosas actuaciones como el de que la pésima ex Ministra de Justicia, tres veces reprobada en el Congreso, esté propuesta para Fiscal General del Estado, o que no se hable del bochornoso pacto de la señora Chivite en Navarra con Bildu para aprobar sus presupuestos. No, no oirán hablar de nada de esto en los medios amigos. Se trata de sitúar a Vox en el escaparate porque piensan que les puede beneficiar, poner al PP en el punto de mira por sus presuntas similitudes con los anteriores y dividir a la oposición esperando, como así ha sido, que Ciudadanos se demarque.

Pero ya iniciábamos diciendo que no teníamos intención  de entrar en el meollo de la cuestión porque a estas horas ya cada cual tendrá su propia opinión al respecto, el tema no da para más y, humildemente, no tengo el menor deseo de seguir dándoles visibilidad. Lo que nos inquieta y lo verdaderamente peligroso es el tufillo totalitario que desprende y el regusto amargo que deja la afirmación de la señora Celaá, una frase que la delata, que pasará a los anales de anécdotas políticas y que la perseguirá para siempre: los niños no pertenecen a los padres. ¿A quién pertenecen doña Isabel?, ¿al estado?, ¿es eso de lo que se trata?

Cuentan que una disidente rusa en tiempos de Stalin, Yelena Bonner, cuando fusilaron a su padre y deportaron a su madre, escuchó a su hermano de nueve años, al que ya habían lavado el cerebro, decir “hay que ver como son los enemigos del pueblo, algunos hasta fingen ser padres”. No me resisto tampoco a citar una frase muy repetida en los años treinta y durante la segunda guerra mundial, frase anónima que erróneamente se suele atribuir a Winston Churchill: los fascistas del futuro se llamarán a sí mismos antifascistas. O aquella otra del senador estadounidense Huey Long: cuando el fascismo llegue a América será llamado antifascismo.