Los días 22 y 23 de abril, en el plazo de 24 horas, los que tenemos interés e intentamos informarnos acerca de la marcha de la política en esta España de nuestros dolores, tuvimos que soportar dos largos y tediosos debates políticos. Reconozco haber dado alguna cabezada durante semejantes coñazos -con perdón, pero es la palabra que mejor define lo que hemos sufrido- aunque logré sobreponerme, supe sufrir y pude seguir todo el hilo argumental de los unos y los otros.

No soy muy partidario de esa manía de elegir a un ganador en este tipo de enfrentamientos porque creo que sería suficiente que cada cual juzgara “per se” sin tener que apoyarnos en opiniones diversas y posiblemente partidistas. Cada medio de comunicación suele interpretar de modo sectario y de distinta manera el resultado según sean sus afinidades o disparidades ideológicas y en la mayoría de las ocasiones tales informaciones ayudan poco a sacar conclusiones ajustadas a la realidad.
Creemos, además, que los debates en que intervienen más de dos actores resultan muy poco clarificadores. Pero cualquiera que presida un gobierno se resistirá a los cara a cara -Sánchez logró evitarlo- y casi siempre nos tenemos que conformar con estos espectáculos más mediáticos que efectivos.

Si algo quedó claro en estos últimos debates es que, siguiendo ese método habitual de elegir ganador o no, Pedro Sánchez fue el más deslucido de todos porque sus pobres argumentos, a los que nos tiene acostumbrados, no resultaron en absoluto convincentes a pesar de que el formato, consciente o inconscientemente, era el que más le favorecía. Entre otras ficciones, Sánchez llegó a presentar un documento, a todas luces falseado, un auténtico fake, según el cual en la actual Junta de Andalucía se estaría confeccionando una lista negra de funcionarios que trabajan en la problemática de violencia de género, tema que pronto fue desmentido corroborádose todo lo contrario. Gran error de Sánchez, de su equipo o de ambos. Pues bien, como muestra del sectarismo que citábamos, diremos que en una prestigiosa emisora de radio, la Cadena SER, aunque no llegaron a encontrar razones para atreverse a declararle ganador en contra de lo que a buen seguro les hubiera gustado, tras el primer debate se limitaron a decir que había aguantado bien y no había sido derrotado. Luego, sus torpes hazañas en el segundo apenas fueron relatadas. No ganó pero no perdió, fue su argumento, algo celebrado como un gran éxito y sin entrar en mayores valoraciones por si acaso. Sin embargo criticaron con dureza a sus contrincantes a la derecha, algo para lo que por otra parte tienen toda la legitimidad; pero lo que resulta significativo, y eso nos mueve al comentario, es que siguieran hablando, como si ello fuera cierto, a sabiendas o por absoluta incompetencia en la que no creemos, de la lista negra que ya hemos mencionado.

Pablo Casado siguió demostrando que se desenvuelve mucho mejor, y no sabemos el motivo, en la confrontación parlamentaria que en la de un plató de televisión, pero tras una floja intervención en el primer debate, mantuvo un nivel bastante aceptable en el segundo. Creemos que su error el lunes fue intentar dar una imagen de moderación quizá por miedo a la que sus opositores quieren ofrecer de él -¿otro “maricomplejines” tipo Rajoy?- pero el martes volvió a ser más él mismo y logró poner en serios aprietos a su principal oponente cometiendo pocos errores. Seguro que convenció a sus seguidores más convencidos y veremos si logra recuperar a algunos de los que se muestran dispuestos a votar ahora a Vox.

Rivera mantuvo un buen nivel en ambos debates, nos parece que fue el que mejor se desenvolvió el primer día pero da la impresión de que se creyó demasiado ese éxito y sus intervenciones tuvieron algo de sobreactuación, principalmente en la segunda ronda. También apretó bastante las clavijas al actual Presidente sin olvidarse de atacar a Casado por aquello de la rivalidad entre ambas formaciones supuestamente liberales, arma que el presidente del PP apenas empleó a la contra para centrarse más en quien considera su principal adversario, pues no en vano entiende que él es el actual líder de la oposición y quien mayores opciones tendría de gobernar en caso de victoria de su bloque. En todo caso y de distinta manera, ambos se mostraron favorables a una futura colaboración si se diera esa coyuntura. Si Rivera logra convencer a algún descontento del PSOE o del PP, si logra evitar que se le escapen votos hacia Sánchez o hacia Casado, eso está por ver. Lo que nos parece cada vez más improbable es una alianza PSOE-Ciudadanos dadas las declaraciones de ambos aunque ya sabemos que en política un “jamás” significa siempre “por ahora no”.

Pablo Iglesias demostró tener mejores dotes de actor que de político. El mismo Pablo que hacía escraches en la Universidad, el mismo Iglesias que consideraba que la guillotina era jarabe democrático o la tenencia de armas de fuego un derecho, el comunista que ha justificado a Lenin, a Stalin, a Castro y que por mucho que le moleste que se lo recuerden, colaboró interesadamente con el chavismo bolivariano, el mismo político que se autodenominó transversal y que dijo emocionarse cuando apedreaban a un policía… y tantas barbaridades que están en la mente de todos, se nos presentó como el mediador moderado y conciliador que trataba de poner mesura en el debate bronco de los demás. Quien quiere derribar el régimen basado en la Costitución del año 78, se postula como gran defensor de la Carta Magna, ¿cabe mayor impostura? La verdad es que este ideólogo del totalitarismo no tenía muchas otras opciones para tener algún protagonismo pues sabía que tanto Casado como Rivera le harían poco caso y le ningunearían por no considerarle ya adversario de peso, mientras que Sánchez le acabó haciendo “ojitos” en aras de un posible entendimiento futuro. Pablo Iglesias sabe que, aun perdiendo escaños, ahora puede aspirar a disfrutar de algún cargo ministerial en caso de victoria del sanchismo. Su actuación solo podría gustar a sus incondicionales y a algún incauto ignorante o desprevenido, que muchos hay, pero lo que quizá logre así sea recuperar a algunos votantes que le abandonaron en dirección al PSOE. Pronto lo sabremos pero nos sorprende oír que el comentario general sea: “estuvo bien y bienvenido a la moderación". ¿Ven como siempre los hay cortos y distraídos?
Algo quedó claro. Si gobierna Iglesias en unión con el PSOE de Sánchez, subirán los impuestos como nunca antes aconteciera. Solo a los ricos, claro, pero como tras su fantástica gestión económica este país será jauja y casi todos podremos considerarnos ricos, empezarán por subírnoslos a la gran mayoría. Como se descuiden, hasta a los manteros.

Sánchez se siente incómodo en cualquier tipo de debate y ya hemos opinado antes que sus argumentaciones fueron tan flojas e inconsistentes como siempre. Es cierto que todos los contendientes deslizaron alguna hipérbole poco creíble pero Sánchez utilizó la mentira con mayor asiduidad de lo admisible. Ya hemos citado como ejemplo la vergonzosa utilización de la falsedad respecto a la supuesta inclusión de funcionarios en listas negras, sin que 24 horas más tarde hayan asumido el “error” ni pedido disculpas por ello y el dato siga apareciendo en la página oficial de tweeter del partido. Pedro Sánchez ofreció datos inverosímiles de supuestos logros -notas que tuvo que leer, algo descorazonador que ningún otro hizo y que, como poco, da muy mala imagen en un situación en la que uno está tratando de demostrar su solvencia-. Sus argumentos no fueron, en general, otros que negar… “eso es falso”… “usted miente”… y como casi nunca hallaba mejores razones, tenía que recordar mucho al ausente y por él en ese momento deseado Vox, mientras acusaba insistentemente a sus rivales de un mismo extremismo de derechas. Debe ser que aceptar votos de golpistas independentistas y de neobatasunos es muestra de moderación y no digamos del contubernio con los que son ya su pareja de hecho, los podemitas que, de repente, parecen haberse convertido en lindos corderitos que definitivamente desterraron al lobo que ocultaban bajo la lana de su piel.
Sánchez descartó una posible alianza con Ciudadanos porque necesitaba marcar esa posición para intentar recuperar algunos votos de Podemos pero ya sabemos en qué puede quedar esa promesa. Y desde luego, tras su performance, no nos queda la menor duda de que pactará con el mismo diablo si le sirve para seguir a los mandos del Falcon. Nos repite que con él no alcanzarán la independencia los secesionistas. Por supuesto, ya lo sabemos, pero es que tambien somos conscientes de que tal cosa no sería viable aunque él quisiera hacerla y menos durante su pretendido futuro mandato. El problema sería que hiciese demasiadas concesiones de dudosa legitimidad, poniendo en peligro el futuro de España como nación y eso sí que nos suscita dudas y resulta muy preocupante.

El gran ausente fue Vox, creemos que víctima de una gran injusticia, pero su forzado y arbitrario alejamiento perjudicó fundamentalmente al número uno del que en su día fuera un partido socialdemócrata aceptable. Sánchez les echó de menos, como demuestra el hecho de que fuera el único que les citó en toda la noche, porque había perdido la ocasión de intentar hacer visible a una malvada derecha extrema, toda reunida, que solo quiere perjudicar al gran mesurado y tolerante que él es.
Y también seguimos creyendo que Vox tenía más que perder que ganar en semejante guateque, aunque eso sea solo una opinión personal.

Nunca sabremos en qué medida los debates pueden influir en el resultado de unas elecciones pero lo más probable es que el domingo 28 de abril por la noche conozcamos quien va a ser el próximo Presidente del Gobierno, sin descartar que los resultados lleguen a hacer necesaria una repetición de los comicios.

Creo que lo que empezó en 1.978 está en peligo, y que en estas elecciones nos jugamos más que nunca nuestro futuro.
Alea jacta est.