El pasado 28 de junio conocimos que la intención del Presidente del gobierno en funciones era apartar a su Vicepresidenta, doña Carmen Calvo, de las negociaciones que mantienen con "Unidas Podemos" de cara a la pretendida investidura del primero como jefe del ejecutivo. Las razones para ello parecen ser el fuerte carácter de Calvo y la consideración de que sus dotes para alcanzar pactos en un marco sin tensiones son escasas. Ellos sabrán lo que hacen pero si es así sus razones tendrán.
Ahora ha sido la misma señora, doña Carmen, la que nos ha hecho partícipes de su decisión de presentar una queja formal ante el Vaticano por unas declaraciones del Nuncio apostólico en España, Cardenal Renzo Fratini, quien ha criticado la decisión e intenciones del gobierno de exhumar a Franco del Valle de los Caídos, por lo que suponen de injerencia en asuntos internos de otro estado, además de por considerarlas improcedentes en las formas.
No podría estar más de acuerdo con doña Carmen, porque las declaraciones del prelado no pueden ser consideradas como hechas a título personal, lo que sería admisible como libertad de expresión. Pero un Nuncio es el representante diplomático del Estado Vaticano y debiera mantener una postura muy discreta como lo haría cualquier otro embajador extranjero.
Claro que también habría que recordarle a la señora Vicepresidenta que fue ella misma la que negoció, personalmente, en Roma, para que la Curia mediase con el Prior de la Basílica del Valle a fin de que éste diese las facilidades oportunas al gobierno español para que la tan traída y llevada exhumación pudiera verse libre de trabas (por cierto que mintiéndonos a posteriori sobre el resultado de las conversaciones). No sé lo que la señora doña Carmen entiende por injerencias pero no otra cosa hubiera sido si la Iglesia le hubiera hecho caso indicando al Superior de la Abadía que atendiese a los requerimientos gubernamentales en contra de lo que el Abad al parecer opinaba, algo de lo que la Iglesia, con buen criterio, se desmarcó.
Coherencia, señora, coherencia. Claro que la congruencia de la Vice se ha visto de inmediato reflejada en la inmediata, y para nada velada, amenaza de que a la Iglesia se le podrían empezar a cobrar unos impuestos de los que está exenta, unas tasas de las que por cierto están a su vez dispensadas otras confesiones religiosas, ONGs, partidos políticos y sindicatos, ninguno de los cuales alcanza ni de lejos las prestaciones sociales de la Iglesia. Ándense con ojo, pareció decirles, que conmigo no se juega. Una pateleta que quedará en nada pero que retrata al personaje y nos hace entender el por qué de su alejamiento de las reuniones a las que nos referíamos al principio.
Y qué decir del hecho de que nuestro Presidente, señor Sánchez Castejón, que tan buenas migas hace con su homólogo francés Emmanuel Macron, llegase con él al acuerdo de que presionase al líder de Ciudadanos, Albert Rivera, para instarle a marcar distancias con Vox, aconsejándole abstenerse en la próxima y presumible investidura de nuestro presidente hoy en funciones. Y Macron habló, sí, y yo diría que lo que hizo don Emmanuel fue entrometerse en asuntos ajenos a su país.
Pero, claro, todo es del color del cristal con que se mira.