Ciudadanos-Partido de la Ciudadanía fue creado, mediante proceso constituyente, a partir de una plataforma cívica formada por intelectuales y profesores universitarios en 2.005, siendo finalmente fundado en julio de 2.006 en Barcelona. Surgió con la idea fundamental de oponerse a un catalanismo impuesto por los independentistas, considerándose circunscrito al ámbito regional catalán aunque pronto, en 2.008, daría el salto a la política nacional. Un joven de 26 años; Albert Rivera, que había pertenecido durante tres años a las Nuevas Generaciones del PP, abogado, ex letrado de La Caixa y quien al parecer sigue manteniendo su afiliación al sindicato UGT, fue elegido como su Presidente.
Pronto, en junio de 2.006, recibirían el primer ataque con agresiones de extremistas catalanistas xenófobos, ataques que execrablemente no fueron reconocidos como tales por los Mossos de Escuadra, pero de los que se difundieron pruebas e imágenes periodísticas muy claras; fue la primera de las embestidas que periódicamente han seguido recibiendo desde la extrema izquierda y el nacionalismo excluyente, agresiones que además tienen otros orígenes variopintos cuyos hilos parecen impulsar entramados heterogéneos movidos desde trampolines concretos, usuarios habituales del estilo democraciasomosnosotros-y-por-mis-huevos, tan hispánicamente característico. Agravios que ciertamente nunca reciben los partidos de izquierda, pero bien sabemos que aquí todo es casual.
Ciudadanos parece haber estado caracterizado siempre por la indefinición ideológica pues, aunque ellos en su primer Congreso, celebrado en junio de 2.007, se presentaron como un partido de centroizquierda laico y no nacionalista, no debió quedar muy claro ya que ha habido opiniones de expertos para todos los gustos, desde quienes han situado a Ciudadanos en el espacio socialdemócrata hasta otros muchos que los han situado en el centroizquierda, en el centroderecha, algunos en el centro-sin-apellidos y no faltó quienes les considerase como un partido “atrapalotodo”. Creo que el profesor de Ciencia Política de la Universidad Pompeu Fabra, Vicenç Navarro, pudo ser quien más se acercó a lo verdaderamente representan, al definirlos como un partido próximo a la derecha liberal en la economía pero cercano a la izquierda en ciertos valores como el aborto y el matrimonio homosexual. No faltó alguna voz que les señalase como “neoespañolistas” próximos al lenguaje republicano, ni otras que les definiesen como neoliberales light. Es probable que todo este confusionismo en la ideología provenga del hecho cierto de que, al menos hasta el último Consejo General celebrado tan recientemente como el 29 de julio último, sus cuadros directivos se han nutrido de personalidades procedentes de diferentes ámbitos, desde la izquierda hasta la derecha moderadas.
Sería en febrero de 2.016 cuando Ciudadanos, para demostrar quizá su carácter de partido centrista capaz de llegar a acuerdos con la derecha y con la izquierda, firmó un acuerdo de 200 medidas con el PSOE para apoyar la primera y fallida intentona de Pedro Sánchez con el animo de lograr su investidura. No sabemos cual pudo ser el rumbo del partido a partir de entonces de haber salido bien la jugada, pero no fue así.
Posteriormente, en el Congreso celebrado en 2.017 el partido presidido por Albert Rivera eliminó del todo el término socialdemocracia de su ideario político posicionándose dentro del liberalismo progresista. Además, y al parecer para encontrarse mejor ubicados dentro de la Constitución, cambiaron su definición de partido laico por la de aconfesional. Por ende se encuentra encuadrado en el Partido de la Alianza de los Liberales y Demócratas por Europa (ALDE).
Parece, en definitiva, haberse situado ya y de una manera bastante clara, como actor en un espacio de centroderecha liberal y haberse convertido en un partido que tras el ya antes citado Consejo General del 29 de julio, Albert Rivera ha terminado por modelar a su gusto, ampliando el número de miembros del Comité Ejecutivo de 40 a 50 pero tras eliminar a todos los críticos -que no fueron pocos, sobre todo quienes deseaban pactar con el PSOE tras las últimas elecciones- y designar a quienes le puedan ser más fieles. En definitiva, nada muy diferente a lo que otros líderes también han hecho en sus respectivas formaciones.
Ciudadanos se ha colocado en una oposición frontal y dura contra el PSOE, no tenemos claro si frente a dicha formación como tal o solo ante la facción sanchista que se ha hecho con las riendas del socialismo. Rivera recalca mucho que es esto último y que se afianza en su postura a causa de la actitud de un Sánchez cuyas derivas parecen encaminadas a querer perpetuarse en el poder a costa de cualquier cosa por mucho que pretenda revestirse de un halo de centralidad, pero también es cierto que en su pugna con el PP de Casado, no quiere cederle gratis el puesto de líder del centroderecha y cualquier tipo de cohabitación con el partido del actual gobierno le privaría de la posibilidad de desempeñar ese papel de paladín del liberalismo en oposición a la izquierda y al nacionalismo centrífugo.
Ciudadanos, con un valor en alza que se llama Inés Arrimadas, ganó las elecciones autonómicas en Cataluña en diciembre de 2.017 con un 25% de los votos y 37 diputados aunque no era suficiente para poder gobernar. Pero cometieron errores, el primero pudo ser que Arrimadas, debiendo haber presentado su candidatura a presidir la Generalidad aun a sabiendas de que era misión imposible, no lo hizo y el segundo puede ser que Inés abandonara su puesto para incorporarse al Congreso de los Diputados en Madrid y, quizá como consecuencia, en las elecciones generales del 28 de abril, hayan perdido muchos votantes.
Ciudadanos, como ya hemos repetido, se ha movido siempre entre la indefinición y la ambigüedad. Pactó con el PP en el gobierno de la Comunidad de Madrid de Cristina Cifuentes, mostrándose aquí mucho más exigente que en el pacto que también sostuvo con el gobierno del PSOE de Susana Díaz con la que se fue mucho más complaciente hasta que, por fin, decidió romper el acuerdo por lo que consideraron incumplimientos contumaces de los socialistas.
Rivera ha recibido muchas presiones, tanto desde la patronal española como desde Europa para que abandone su idea de oponerse a Sánchez y procure acordar con este un gobierno moderado y apartado de cualquier veleidad con extremismos e independentismos. Pero Rivera desconfía absolutamente del líder de la izquierda, del que no ha recibido propuesta formal alguna pues solo parece querer su visto bueno; y lo sucedido para formar gobierno en Navarra es la prueba palpable de que puede estar en lo cierto. Un gobierno PSOE-Ciudadanos podría se muy rentable, es indiscutible, pero siempre que hubiera otro comandante a bordo de la nave del primero, Rivera dixit.
Ciudadanos sigue jugando a nadar y guardar la ropa, poniendo muy mala cara a cualquier entendimiento con Vox, convenios que de una u otra manera acaba siempre aceptando pero con el sonrojo que le produce haber estado en la llamada foto de Colón, una manifestación por la unidad de España en una plaza llena de banderas constitucionales a la que no faltaron algunos izquierdistas de pro y que tan hábilmente ha sido demonizada por las izquierdas por el mero hecho de que en ella participase el partido de Santiago Abascal.
Y es que no nos cansaremos de repetir que todos los partidos que están dentro de la Constitución tienen el derecho legal y legítimo de llegar a pactos y acuerdos. Otra cosa puede ser que dichos pactos sean o no moral y éticamente admisibles, allá cada cual, pero tanto derecho tienen los unos para pactar con quien quieran como los otros para convenir con quienes les de la gana. Pero Ciudadanos, al igual que toda la derecha, tiene perdido ese relato ante una izquierda más hábil.
La nueva imagen del partido naranja tras el Consejo General puede quedar muy definida en el arco del centroderecha. Ciudadanos comparte muchos de sus puntos de vista con el Partido Popular en lo fundamental aunque se pueda diferenciar en algunos aspectos de los valores como ya antes indicábamos. Su mayor diferencia con los populares es que no comparten ningún pasado de corrupción, por otra parte algo fácil ya que no tienen antecedentes importantes al no haber detentado poder alguno. Y compartiendo mucho de la ideología, si ahora Casado lograse lavar esa imagen tal como se ha propuesto y presentarse como el líder de un nuevo PP regenerado, pocos argumentos le quedarían a Rivera para enfrentarse a él.
Ciudadanos no ha parado de crecer pero no ha logrado, al menos de momento, ver plasmados sus deseos de adelantar al PP en número de votantes. Podría ocurrir que hubiera dos partidos similares ideológicamente, con resultados semejantes en las urnas pero políticamente enemistados, que lo único que consiguieran es dividir a sus votantes para regocijo del partido socialista. Si a eso le añadimos la presencia de la derecha radical de Vox, aunque parezca menguante, algo que está por ver, el resultado no puede ser más que el que es. Ya hemos anunciado repetidamente en estos artículos que la división de la derecha es lo que dará el poder a la izquierda al menos para los próximos ocho años. Y aunque parezca pedantería diremos que también advertiámos en estas líneas al partido de Rivera, cuando él se mostraba tan antagónico a Mariano Rajoy, que si lograba en mayor o menor medida ocupar el sitio del Partido Popular, pronto sería tachado de facha, de franquista y de extrema derecha y sufriría los embates de los intolerantes que tanto abundan. Recuerden: Cataluña en varias ocasiones, Plaza de Colón, Alsasua, marcha del orgullo gay… No somos ni adivinos ni más listos que nadie, pero es que muchas veces las cosas son lo que parecen ser.