Se ríen de nosotros

Hay algo peor que ser un dictador en ciernes y es el que, además de ser aprendiz de dictador, el déspota se ría del pueblo que, para bien o para mal -unos más, otros menos y los más nada-, le ha puesto en el sitial  que ocupa. No solo se ríen de nosotros, es que atentan contra una democracia a la que están prostituyendo. Así de simple.

Decía el escritor francés Jean de la Bruyer, que casi siempre la burla arguye pobreza de espíritu. ¿Puede haber mayor desaire a los ciudadanos que el de que un gobernante, cuando pretende someternos al mayor periodo de Estado de Alarma que se recuerda en España desde la guerra civil, encargue a un servil amanuense defender su postura y ausentarse antes de oír al resto de la Cámara -opositores o no- que representan en su conjunto a toda la ciudadanía?

Pues eso es, exactamente, lo que ocurrió en el Parlamento español el día 29 de octubre pasado. Y no solo es eso, es que no estuvo presente en la sesión ningún miembro del gobierno. Podrá discutirse si este Estado de Alarma es o no lo más conveniente, pero es muy indecente que nuestros gobernantes no estén presentes dando la cara en un momento tan trascendental.

Desde luego que serán pobres de espíritu, pero tienen muy mala leche. Pedro Sánchez, Pablo Iglesias y probablemente todos, incluidos Iván Redondo y Fernando Simón, lo debían tener todo previsto porque si no no se explica. El dúo sacapuntas y sus más cercanos cómplices lo tendrían todo estudiado. Después del desastre inicial, en cuanto las cosas empezaron a ir algo mejor, se cantó victoria: “hemos derrotado al virus” decía en julio un  triunfal Sánchez, después de tenernos 14 semanas confinados -el mayor periodo entre los países europeos y con los peores resultados en todo-, provocando una euforia desproporcionada y marchándose él mismo de vacaciones, colocándole el muerto a las Comunidades Autónomas sin arbitrar las adecuadas medidas a fin de que estas dispusiesen de las herramientas legales necesarias para combatir el mal y aparecer, meses más tarde y cuando el nuevo y previsible desastre llegó, como un renacido Ave Fénix y decirles aquello de: Sin mi no sois nada, aquí estoy para volver a salvaros, pero tendréis que aceptar un nuevo bozal, ahora de seis meses, con el que yo volveré a gobernaros a golpe de Real Decreto y sin apenas control parlamentario. Si sale bien es cosa mía pero si sale mal será por culpa de la Comunidades, sobre todo la de Madrid. Como dijera Demócrito : “todo está perdido cuando los malos sirven de ejemplo y los buenos de mofa”.

Soy tan técnico en la materia como lo debe ser el inexistente comité de expertos de Moncloa, o sea cero, y no me atrevo a pronunciarme sobre el tiempo que será necesario adoptar medidas de excepción, probablemente mucho. Tampoco puedo presumir de ducho en materia legislativa pero afortunadamente aprendí a leer hace muchos años y el articulo 116.2 de la Constitución parece muy taxativo: El estado de alarma será declarado por el Gobierno mediante decreto acordado en Consejo de Ministros por un plazo máximo de quince días, dando cuenta al Congreso de los Diputados, reunido inmediatamente al efecto y sin cuya autorización no podrá ser prorrogado dicho plazo. El decreto determinará el ámbito territorial a que se extienden los efectos de la declaración.

La excepcionalidad de una pandemia no puede ni debe ni necesita eliminar el control al gobierno que corresponde ejercer a la cámara de representantes ¿Por qué no se va a cumplir lo legislado? Si lo recientemente acordado en el Parlamento no es anticonstitucional le debe de faltar tanto tanto como el grosor del pelo de un calvo; o yo soy un poco tonto, que no lo creo, o algunos, muchos, se han pasan de listos.

Todos los grupos con representación en el Congreso, excepto la coalición de gobierno, se sintieron ofendidos con el desplante de Sánchez y su clan -lo dijeron ellos no lo digo yo-, y entendieron que lo que se proponía era ilegal. Pero ya sabemos que los nacionalismos traidores y algunos otros nunca faltan a su cita con la ignominia pase lo que pase, así que el éxito del sanchismo estaba asegurado. Solo recibió los votos en contra de Vox y Foro Asturias -los únicos que han defendido sin ambajes la Constitución-, mientras que PP se abstuvo al igual que UPN, Bildu y la CUP.

Abochorna ver el voto afirmativo de Ciudadanos después de haber criticado la medida con bastante dureza, y casi igual de inverosímil parece la postura de un Partido Popular que, tras una más que brillante comparecencia de Pablo Casado,  propia de un no rotundo en la que puso al gobierno de chupa de dómine, pareció echarlo todo por tierra al decidir ejercer una abstención crítica -concepto nuevo- para no abandonar a las Comunidades Autónomas (¿…?) pero algo que se asemeja más a nueva cesión al neosorayismo dominante en el PP y a querer seguir desmarcándose de Vox. No, don Pablo, a una tropelía solo se puede responder con un NO, coincida con quien coincida, en lugar de abstenerse para nada y acabar votando lo mismo que Bildu y la CUP. Por mucho que sus votos no fuesen determinantes y aunque digan que van a presentar recurso ante la Unión Europea, diríase que la derecha acomplejada y desunida va a seguir permitiendo que el sanchismo siga campando a sus anchas. Y eso con la que está cayendo.

Vox anunció que va a presentar recurso ante el Tribunal Constitucional, pero cuando este aún no ha respondido a la misma demanda presentada contra el anterior Estado de Alarma y con la cada vez menor confianza que nos inspira la Justicia o algunos de los jueces ¡Cuan largo me lo fiais amigo Sancho!

Cuando lo único que debiera preocuparnos es combatir al dichoso bicho, estos gobernantes que solo pretenden aprovecharse de la oportunidad que la pandemia les brinda, nos crean tanta inquietud o más que el virus y es que, pasito a pasito, vamos aproximándonos cada vez más al norte del continente americano del sur y estamos cada vez más cerca de la descomposición del estado.