Después de disfrutar de unas inmerecidas vacaciones estivales -no valen las excusas en tiempos en que los rebrotes crecen y la economía sigue batiendo records negativos, pues ser parte del gobierno implica tener obligaciones superiores al resto de los mortales y quien no esté dispuesto que se aparte- el señor presidente Sánchez volvió a darnos otra soporífera homilía de bastante más de una hora para, otra vez, no decir casi nada excepto aquello de ya he vuelto para salvaros porque es que no puedo dejaros solos; para contarnos que no piensan hacer nada positivo, que no ha habido ni habrá plan B, que allá se las compongan las Autonomías, que no piensa en coordinar nada y que sobre el curso escolar pues que sí, que claro y que eso. Y todo ello después de impedir que se constituya una Comisión Parlamentaria y ponerse de canto sobre los presuntos escándalos económicos de su socio de gobierno. ÉL. El mismo que montó una moción de censura a otro partido con el pretexto de que había motivos similares y dijo llegar para acabar con la corrupción, aunque ya llevemos mucho tiempo presenciando tantas y tantas corruptelas en todo el entramado del vergonzantemente reeditado Frente Popular.3

Reconozco que resulta demasiado cansino seguir hablando, una y otra vez, de tantas y tantas arbitrariedades, de tantas mentiras convertidas en costumbre y de tantísima bajeza moral que hasta a muchos de sus más adeptos medios y analistas les cuesta cada vez más justificar, así que creo que ya ni siquiera merece la pena seguir dedicándoles más dicterios ominosos. Que se cuezan en su propia salsa.

Sin embargo, la noticia más interesante del momento y que, para disgusto de Sánchez, le ha restado bastante protagonismo, ha sido la decisión de Lionel Messi de abandonar a un Barça sumido en su mayor crisis histórica como nueva prueba palpable de que la inmensa mayoría de futbolistas, incluidos los que le deben todo a un club en el que han forjado su trayectoria desde niños, son unos auténticos mercenarios, lo que unido a gestiones nefastas de presidentes y/o directivos, completa algunos puzles inverosímiles.

Y al hilo de la información deportiva, ¿se imaginaría alguien que un árbitro de fútbol se pudiera declarar, por ejemplo, seguidor del Madrid o del Barcelona, del Athletic o de la Real?, ¿se entendería que pitase un partido a su rival incluso cuando éste se jugase un título? El fútbol suele estar inmerso en numerosas polémicas pero nunca llegaría a tanto.

Pues eso es lo que sucede con la justicia en España que está consiguiendo que cada vez confiemos menos en ella. Parece demencial que los jueces estén divididos, mientras unos son considerados conservadores otros se dicen progresistas; y lo más escandaloso es que su ideología sea del dominio público y que la mayor disputa entre partidos se desarrolle en el terreno judicial por el deseo de colocar a “los suyos” y ponerlos en la situación más ventajosa posible para sus intereses políticos.

Las Fuerzas del Orden Público y las Fuerzas Armadas están obligadas por ley a ser políticamente neutrales y no poder expresar sus opiniones a través de la prensa, lo que tiene toda la lógica del mundo. Algo semejante podría y debería ocurrir con los jueces, pero lo que resulta incomprensible es que todos podamos saber de antemano cual va a ser el dictamen de un magistrado dependiendo de quien sea éste y de si en el asunto está implicado, o no, un partido o una ideología con los que le podamos identificar. Y es algo que está sucediendo con excesiva frecuencia.

El magistrado Alfonso Villagómez es columnista habitual en numerosas revistas de carácter progresista y ha trabajado en los gabinetes de dos ministros socialistas (López Aguilar y Fernández Bermejo), concede entrevistas políticas y ha llegado a afirmar en un artículo (luego borrado) escrito en “Confilegal” que la Comunidad de Madrid hace un uso torticero de la Justicia, entre otras de sus actuaciones estelares. Pues bien, este juez es quien rechazó ratificar la orden de la Consejería de Sanidad de la Comunidad de Madrid sobre medidas preventivas ante el coranovirus, providencias como la del cierre de locales de ocio nocturno. Seguramente el juez habría obrado en conciencia, lo que no sabemos es de qué color es esa percepción íntima, y no se entiende bien que acabara  declarando posteriormente a Europa Press que su decisión no afecta al cumplimiento de lo decretado por la Comunidad; de risa. Que cada cual saque libremente las conclusiones que le apetezcan, pero las mías no puedan ser más negativas.

La ley y la justicia son las bases imprescindibles de una democracia de calidad. Pues vaya con la nuestra.