Política para ganar
Decía el gran Luis Aragonés que el futbol es ganar, ganar, ganar, ganar, ganar, ganar y ganar…., pudiendo repetir la misma palabra muchas veces más. Y lo decía porque es verdad que en ese deporte, como en otros muchos, vales mientras triunfas pero cualquier derrota, además de hacerte blanco de muchas críticas adversas, puede provocarte un descalabro en la clasificación y una crisis en tu club.
En el terreno de la política ocurre algo muy similar: los ideales pueden ser muy buenos y los proyectos magníficos pero cuando no se ganan las elecciones, el perdedor se convierte en oposición, todo lo digna que se quiera, pero al fin y al cabo un perdedor a la espera durante un plazo de al menos cuatro años para poder volver a intentarlo.
En política no ganan siempre quienes tienen el mejor programa, sino aquellos que mueven mejor los hilos de la propaganda, los que son capaces de transmitir confianza y empatizar mejor con las masas. Ganan, a menudo, quienes manejan mejor lo que se ha dado en llamar “el relato”.
La propaganda, el relato y el estilo torticero son los que la izquierda ejecuta mejor que nadie, especialmente la seudo izquierda, los seudo progres o el sanchizquierdismo, incapacitados para la gestión pero sobresalientes en la mentira y la farsa, con la inestimable ayuda de sus medios afines pertenecientes a los que algún conocido informador ha denominado como “equipo de opinión sincronizada”, o lo que yo calificaría como los “bien pagaos”.
Lo que sufrimos en España no es un gobierno de izquierdas ni se le parece y por eso los González, Guerra, Leguina, Soraya Rodríguez, Tomás Gómez, Rodríguez Ibarra, Redondo Terreros y otros muchos, reniegan de los actuales dirigentes que no constituyen, en realidad, más que una mafia corrupta que, al menos eso deseamos, acabará siendo desenmascarada por las fuerzas y cuerpos de seguridad y por los jueces, la trama que creo acabará descubriéndose como la más corrupta de nuestra historia y que hará que el “hotel” Soto del Real se quede pequeño ante tanto huésped de alto standing.
Ni los dirigentes ni sus socios, incluidos los proetarras y los reaccionarios Junts y PNV (¡¡¡izquierdistas de toda la vida serán!!!), aupados por los medios afines “bienpagaos” tienen el menor reparo en mentir, engañar, inventar y enfangar el terreno de juego utilizando cualquier medio lícito o ilícito sin pestañear, acusando a sus oponentes de hacer exactamente lo que ellos hacen (incluidos los ataques a sus familias sean ciertos o no). Y el caso es que les funcionan los trucos porque, tal como indican hoy en día las encuestas y a pesar de ir disminuyendo sus expectativas electorales, siguen manteniendo unos porcentajes que parecen excesivos dado el ingente nivel de depravación económica y política que se va vislumbrando.
No reblan, no dan un paso atrás, repetirán la misma mentira hasta el infinito si les parece que sirve a sus intereses y el caso es que cuela más de lo que cabría suponer, porque el escándalo de mañana tapará al de hoy y no pocos de sus seguidores, obnubilados, sectarios, desinformados o estultos de manual, van a seguir comprándoles la mercancía por averiada que nos parezca. Mentir, mentir y mentir, deformar la realidad para ganar, ganar y ganar hasta donde se pueda.
En mayor o menor medida esa ha sido siempre la táctica de la izquierda, con Pablo Iglesias (el original), con Largo Caballero o con Rodríguez Zapatero, hasta el paroxismo actual sin que tampoco haya sido completamente ajeno a esta práctica el lapso del felipismo.
Es la táctica de la izquierda que, a lo largo de decenios ha logrado ganar el relato; sus delitos, sus quebrantos y sus errores se suelen difuminar y eximir por gran parte de las sociedades de todos los países, hasta el punto de que el régimen político totalitario más criminal de la Historia, el comunismo, con sus más de cien millones de víctimas mortales, suele ser admitido en todo lugar como una fuerza democrática más, mientras cualquier derecha, a poco que se descuide, puede ser tratada como fascista.
Por el contrario, las formaciones políticas desde las de centro hasta las de derecha más conservadora, suelen vivir incomprensiblemente acomplejadas ante la avalancha izquierdista que acabamos de describir. Temor ante el qué dirán, miedo a parecer desmesurado, terror a que me llamen fascista, querer dar una imagen de moderación y sosiego creyendo que la ciudadanía acabará por entender que nuestra bonhomía es lo correcto. Craso error que cometieron todos, desde Gil Robles hasta Mariano Rajoy, la derecha alfombrilla “maricomlejines” como otro comunicador radiofónico la describiera.
Un rayo de esperanza llegó a la derecha cuando el actual líder del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, harto de la pantomima de que Sánchez y todo su círculo, político y mediático, le echase en cara una foto de hace más de 30 años en la que aparecía junto a un narcotraficante, instantánea sin mayor significado ni consecuencias posteriores, harto de que se le hubiera intentado hasta atacar mintiendo falazmente sobre su esposa, cansado de las embestidas arteras que lleva sufriendo Isabel Díaz Ayuso a través de acusar falsariamente a su padre primero, a su hermano después y por último a su novio y propietario del piso en el que vive, decidió hacer un punto de inflexión recordándole al presidente del gobierno que no solo está rodeado de putrefacción, de una enorme corrupción tanto política como económica, coruptelas que le van a seguir dando muchos disgustos, sino que además, y existen pruebas fehacientes de ello, se ha beneficiado ampliamente del dinero procedente de los negocios de prostitución que regentó su suegro y donde, al menos durante algún tiempo, trabajó como recaudadora su esposa (¿sería como becaria en prácticas para fundraiser o captadora de fondos?), la sufrida esposa de la que está tan enamorado que ya tuvo que escribir cartas pichiguais y cogerse bajas de cinco días por enfermedad de amor.
¡Qué horror! exclamó toda la caverna sanchista, ¡qué escándalo utilizar a la familia de nuestro excelso y amado líder para atacarle a él, a su sanchidad!
No, no podían ser más cínicos y sobran todos los comentarios que un servidor pudiera añadir.
Es muy pronto para saber si todo esto ha sido solo un espejismo momentáneo o no, pero a los votantes de derecha esta intervención de Feijóo les ha sonado muy bien, les ha sonado a posible pérdida de vanos temores, a que quizá Feijóo ya esté dispuesto a plantar cara definitivamente sin complejos y con la firme determinación de derogar todas la atrocidades que el sanchismo ha cometido. Pero para eso, primero hay que ganar; ganar, ganar, ganar, ganar y ganar. Hay que actuar sin miedos. Y si hay que pactar con Vox se pacta con Vox, porque quienes han visto con buenos ojos los pactos Frankenstein de Sánchez con los golpistas de Junts, con Ezquerra, con la extrema izquierda-comunista-pro castrista-bolivariana-podemita y hasta con la proetarra Bildu, no pueden dar lecciones de democracia y moralidad a nadie. Creo que Vox está cometiendo muchos errores de los que intentaré hablar tal vez en un próximo artículo, pero tiene un sentido del estado infinitamente superior al de todos los amigotes de Pedro, alias el embustero mayor del reino, y ninguna alianza con ellos traerá el fascismo a nuestro país por mucho que lo repita la caverna sanchista.
Como muestra de la tradicional vocación derechista de dispararse en el pie, a la que ya hemos dicho que esperamos no se sume el presidente del PP, pasados solo un par de días, en el monárquico y conservador periódico ABC, dos buenos articulistas cuyos nombres no me parece necesario mencionar, publicaron sendos artículos conteniendo la monserga habitual de que “no podemos ponernos a su altura”, “tenemos que mostrar otro talante más sensato y moderado” y/o expresiones similares, con la pretendida esperanza de que la gente acabará distinguiendo quienes son más torticeros y quienes más dignos de confianza. Vana esperanza la suya tal y como el tiempo lleva muchos años demostrando.
Si las encuestas no yerran y si los populares no vuelven a cometer errores de bulto, en las próximas elecciones, sean cuando sean, Alberto Núñez Feijóo debería ser el próximo presidente del gobierno de España, bien con improbable mayoría absoluta, gobernando en minoría o haciéndolo en coalición. Sea cual fuere el resultado, no quedaría otro remedio que hacer cambios profundos: derogar cuantas leyes y normas nauseabundas, y no son pocas, sea necesario, dignificar la justicia y las instituciones sacando las manos del gobierno de ellas y hacer una profunda limpieza de cargos de la anterior administración, algo que nunca antes ha hecho la derecha, para eliminar los muchos topos que la izquierda siempre ha dejado y la derecha siempre ha admitido “para que no digan” y prepararse para sufrir las manifestaciones, los asaltos a las sedes, las huelgas generales promovidas por los comegambas sindicales, protestas todas muy “democráticas” como tantas veces sucede cuando la izquierda pierde las elecciones.
No sería fácil, nunca lo es y menos con las izquierdas que tenemos, pero si la derecha liberal conservadora hace lo que tiene que hacer, pierde los complejos y no trata de justificarse ni de hacerse perdonar por ser lo que es, si se siente orgullosa de serlo, puede que España acabe encontrando la senda de la cordura y vuelva a ser un estado homologable.