No todos son bulos

La espeluznante e insólita situación que estamos viviendo a causa del COVID-19 nos está sometiendo a una ola excesiva de información, mucha de la cual se recibe a través de las redes sociales que nos proporcionan datos, en bastantes ocasiones carentes de verosimilitud.

Es una realidad que cada vez abundan más los  bulos o fake news, sobre todo en esta novedosa situación actual en la que los mensajes a través las redes sociales han aumentado tanto. Bulos nocivos que afectan tanto al gobierno como a cualquier grupo de los que pululan por el arco político, pero resulta  insalubre colgarle el mochuelo de su responsabilidad a alguien que no nos gusta, si no tenemos la constatación  requerida. Es innegable que los que se dedican a este tipo de actividades no pueden ser más que extremistas de uno u otro signo, pero atribuírlos o personalizarlos sin tener certeza, es perverso.

El Ministro de Interior, señor Marlaska ha dicho, en reciente comparecencia, que no tienen la intención de cancelar ninguna cuenta de Twitter o WhatsApp y queremos creerle aunque nos cuesta; entre otras  exhortaciones afirmó que se va a vigilar si en las redes se comete algún delito para denunciarlo. ¿Advertencia, amenaza o ambas? También es un hecho cierto que el gobierno se está planteando tenernos controlados a través del teléfono móvil para poder saber hasta qué punto cumplimos, o no, con la obligación de permanecer confinados. Está constatado que se ha limitado, ridículamente y no se sabe bien por quien, la capacidad de reenviar mensajes de WhatsApp a cinco destinatarios, o solo uno si se detecta que es crítico con el mando supremo. Parece como que el rio suena y lo que llevamos tiempo oyendo decir al mismo Ministro, es que tiene la voluntad de monitorizar las redes, o sea vigilarnos; eso es preocupante, pero lo que desde luego no resulta admisible es que se hayan creado dos plataformas, como poco jaleadas desde ciertos medios: “Maldito Bulo” y “Newtral”, al menos la segunda vinculada a un personaje tan conocido como la periodista Ana Pastor, a su vez empleada de un medio de los recientemente subvencionados, La Sexta Televisión; son plataformas  que se dedican a desmentir bulos y señalar con el dedo inquisitorial a presuntos culpables, pero plataformas que denuncian, casualmente solo, los bulos e infundios que puedan perjudicar al actual gobierno.

Pero lo anterior, siendo grave, resulta casi anecdótico tras conocer todo lo que desprende la última encuesta del CIS. Empezábamos a acostumbrarnos a las astracanadas del chef Tezanos, a sus ejercicios de funambulismo político con resultados que solo podían creer los más ofuscados de sus seguidores y que hasta nos los tomábamos a chanza. Pero ahora se han cruzado todas las líneas rojas con un presunto sondeo que constituye todo un manual de "Formación del espíritu nacional" que ni el mismísimo Franco se hubiera atrevido a redactar. No  solo es que los españoles apladamos a rabiar la gestión que el gobierno está llevando a cabo sobre el COVID, no solo es que nos guste su gestión económica o que el único político que aprueba sea Pedro Sánchez, es que también nos informa de que mayoritariamente creemos que los partidos no deberían criticar al gobierno, que Casado no lo haría mejor que Sánchez y, la joya de la corona, que de forma abrumadoramente mayoritaria los españoles creemos que toda la información sobre el coronavirus debería ser utilizada solo a través de las fuentes oficiales. Es imposible hacer una mejor declaración de intenciones de voluntad dictatorial como la que anima al dúo Sánchez-Iglesias. Solo faltaría que crearan un nuevo panfleto gubernamental y le llamasen algo así como "Gravda", síntesis del "Granma" cubano y el Pravda" soviético; pero no lo descartemos.

Han levantado la restricción de trabajo impuesta a los servicios considerados esenciales cuya operatividad se había vetado durante diez días, servicios que, por otra parte y a pesar de todo, en general continúan trabajando sin disponer de la mayoría de los medios de protección necesarios mientras, sin embargo, las Cámaras Legislativas (todas) -que al parecer no son consideradas tan fundamentales pero sí disponen de todos los mecanismos de autodefensa, test y lo que sea necesario, la mayoría de cuyos Diputados no ha renunciado ni a las dietas por los desplazamientos que no realizan- las Cámaras, repito, apenas se reúnen salvo para poco más que aprobar los nuevos confinamientos quincenales. El Estado de Alarma es utilizado como la excusa perfecta para que el Gobierno apenas se someta al control del contrapoder u oposición, algo básico de la democracia, aunque un control que tampoco se ha llevado a cabo demasiadas veces (la última el 15 de abril y forzada por la oposición) desde la constitución del primer gobierno de Sánchez, por las deplorables condiciones en que se ha desenvuelto la política en estos casi dos años.

Continuamos con las homilías semanales de mosén Sánchez y sus “Aló presidente”, mientras la crisis provocada por el inicuo virus no hace otra cosa que seguir empeñada en mostrarnos la impericia de un ejecutivo que nos ha colocado en cabeza de la deshonrosa clasificación de países más afectados; así que, al menos ahora, cualquier parecido con un sistema plenamente democrático en España, es pura coincidencia, porque hasta se nos intenta limitar el derecho de expresión y opinión, aunque lo ejerzamos a través de las redes sociales.

Y mientras, van pasando los días, las semanas y los meses y seguimos batiendo records mundiales negativos; en el día que redacto este post tenemos  más de 177.000 contagiados y superamos los 18.500 fallecidos -que serán muchos más-, mientras en nuestro vecino Portugal han fallecido 209 de 9.000 contagiados y en Grecia, con 2.000 infectados, han perdido la vida solo unas 100 personas. ¿Será que ellos fueron previsores y nosotros no? Más de un mes después de declarar el Estado de Alarma, nos continúan faltando las mascarillas, los EPI, los test y todo tipo de suministros, hemos comprado a empresas gestionadas por defraudadores, se han confiscado productos a laboratorios cuyo ofrecimiento anterior fue  menospreciado, apropiándose de productos necesarios para sus empleados y, como medida económica estrella, se ofrece una moratoria casi inviable a los autónomos.  El FMI pronostica una recesión peor que la del crack de 1.929, recesión en la que España puede sufrir una caída del PIB del 9% o más, -caída superior a la habida durante nuestra guerra civil-; el nuestro será el segundo peor desplome después de Italia y soportaremos un paro superior al 21%. Sí, siempre estamos en cabeza de cualquier nefanda clasificación negativa y el carajal parece no tener fin.

No, siento contrariar a los admiradores del doctor Fraude, quien ha hecho del engaño y la mentira un modo de vida, pero nada de lo que aquí afirmamos es un bulo aunque no faltará quien nos sitúe dentro de algún extremismo, claro es. Lo que habrá que hacer es, algún día, pedir responsabilidades de todo este desastre a alguien, pero hacerlo muy seriamente; y sentiría darle otro disgusto a Pedro Sánchez, pero él es el principal responsable.

Todo resulta demasiado inquietante, sobre todo sabiendo que en opinión del Vicepresidente Segundo del Gobierno, más importante es la propaganda que educar a la población (Iglesias dixit). El Pablo Iglesias que ha declarado, en sede parlamentaria, tener una casa con jardín -obviando además otros aditamentos de ricos- gracias a la suerte, el Vicepresidente  del gobierno que se acaba de volver a posicionar duramente, y precisamente por medio de Twiter y con afrentas al Rey, en contra de la Monarquía vigente en la Constitución que él juró defender hace tres meses, la carta Magna del estado que tan bien le paga. Un Vicepresidente cuyas métodos favoritos, los que al menos a él y sus acólitos les gustaría imponer, no nos conducirían más que a la destrucción del tejido empresarial español, para que la única empresa que quede sea el estado por él dirigido y para que el personal, agradecido a su generoso amo y paladín invencible, viva solo de las subvenciones mientras dure el dinero.

Sánchez debería vigilar sus espaldas si las tuviera o no compartiera los criterios de su socio. Pero será porque siempre, durante sus periódicas homilías, encara los micrófonos de frente y solo nos deja ver lo que de él más resalta por delante, y es que destaca por su cara y, encima, a través de un plasma mal disimulado.