La Marinadura en Marinaleda

La historia de Marinaleda, el pueblo sevillano en el que el alcalde populista de extrema izquierda, Juan Manuel Sánchez Gordillo, lleva 42 años ostentando el bastón del municipio, se parece en gran medida al relato que George Orwell hizo en su famosa obra “Rebelión en la Granja”. Sin ánimo de ofender y con el debido respeto a las diferencias antropológicas entre humanos y animales, podríamos decir que Sánchez Gordillo representa muy bien lo que en aquella obra significó  el cerdo Napoleón, mientras que a su compañero de fatigas, antiguo alcalde de El Coronil y ex diputado de Unidas Podemos, Diego Cañamero, le encontraríamos similitudes con Squealer, el cerdo chillón, el propagandista principal de la fantasía igualitaria comunista.

Gordillo es un asaltafincas populachero que lleva gobernando mucho más tiempo de lo que hizo Franco en España y que, a tenor de lo que no hacemos más que constatar, rige su ciudad con métodos dictatoriales. Y parece más incomprensible el que lo haya logrado, ciertamente, de modo lícito a través de comicios legales cuando es de sobra sabido que tiene a la mayor parte de sus ciudadanos amedrentados. O quizá sea ese el secreto  de su éxito.

En una Andalucía que permaneció 36 años gobernada por la administración del PSOERE, constituida sobre un régimen clientelar enriscado, solo un espécimen del jaez de Sánchez Gordillo, sería capaz de depurarlo y afinarlo, salteando supermercados o lo que le hiciera falta.

A los “847 traidores”, según la definición del propio Gordillo, que en las últimas elecciones votaron a otras fuerzas políticas les auguró “tinieblas y miseria”, mientras prometía recompensar a quienes le votaron. La pregunta inmediata es que cómo sabe los nombres de los unos y los otros, y la posible respuesta produce escalofríos.

Gordillo ha expropiado terrenos para construir viviendas, los vecinos viven fundamentalmente de las peonadas, la subvención, las ayudas de la Junta de Andalucía, y sometidos al caciquismo imperante en su ayuntamiento.

Son palabras de Cañamero: “¿Sabéis lo que representa este pequeño municipio de 2.700 habitantes en Andalucía, en el estado español y en Europa? ¿Sabéis lo que representa? ¡Esto es nuestra Cuba!”.

Su muy cacareada bolsa pública de empleo, que lleva cerrada desde 2016, provocó que una familia se encerrase seis días en el ayuntamiento. Seis trabajadoras municipales se declararon en huelga, entre otras causas porque al solicitar disfrutar se vacaciones pagadas el alcalde se negó profiriendo amenazas contra las funcionarias.

Cuando una currante del servicio municipal de ayuda a domicilio se fue de vacaciones, tras 23 años de trabajo ininterrumpido, fue despedida porque según el propio Gordillo “las vacaciones pagadas son cosas de burgueses”. Y es que la trabajadora tuvo también la “osadía” de afiliarse al sindicato CGT en lugar de al SOC que es el monopolio sindical afecto al régimen feudal vigente en Marinaleda.

La lista de tristes anécdotas puede ser muy larga y el miedo, justificado, a las consecuencias de oponerse a su edil, sigue presente en el pueblo; pero lo cierto es que cada vez más marinaleños  se atreven a cuestionar el poder de la quimera comunista orweliana. En  Marinaleda se va perdiendo el miedo, ya hay gentes que hacen huelgas y ex dirigentes del SAT y del SOC que cuestionan la nefasta gestión de Sánchez Gordillo. No, no hay dictadura que persevere para siempre.

La granja de los animales solo puede tener una replica en pocos países, pero España es uno de los candidatos más conspicuos. Tenemos un gobierno plagado de comunistas que defienden los regímenes cubano y venezolano, una vicepresidenta del gobierno que acaba de escribir un lindo prólogo a una reciente edición de “El manifiesto comunista” y un ex vicepresidente que ha ilustrado con una pistola un artículo periodístico sobre el PP y Vox. Sí, me refiero al mamarracho que montó un espectáculo por una tonta pintada a 20 km de donde se encontraba de vacaciones y se rasgó las vestiduras  por unas supuestas cartas con unas supuestas balas. Y qué decir del ridículo protagonizado por una ministra a cuenta de una misiva  que contenía la “navajita plateá”. Vivir para ver.

Es lo que tiene soportar en el gobierno a este PSOE, a este Sánchez y a sus frankensteinianos amigos.