Los aplausos atrabajados
No se habían apagado aun los ecos de la pantomima protagonizada por la ministra de igualdad y señora de su señor, doña Irene Montero, aquella comedia bufa del homenaje “espontáneo” que, con motivo de su cumpleaños, le ofrecieron sus colaboradoras, ¡Jo tías, qué guay!, palmas palmitas con su tartita y todo, cuando hemos vuelto a presenciar un espectáculo semejante e igual de cursi y sonrojante. En esta ocasión fueron los ministros -que no son pocos- del gobierno de España, quienes recibieron a su presidente en una escena “improvisada” y captada por una cámara que “pasaba por allí”, tributando a su jefe un cálido homenaje de bienvenida rompiendo todos los moldes y batiendo el record Guinness de intensidad de un aplausómetro. Habrá que reconocerle a Iván Redondo su alta capacidad como regidor teatral. Pero, no contentos con eso, al día siguiente las bancadas socialista y de Podemos repitieron la escena en el Congreso de los Diputados a la llegada del emocionado y agradecido caudillo; solo faltó oir de fondo la sintonía del No-Do para que la escena fuese perfecta.
Pero, ¿estaban justificados unos homenajes de tal calibre? Mucho me temo que no.
El acuerdo europeo recientemente alcanzado es un éxito, sí, pero una victoria de toda la Unión Europea, no de ninguno de los países en particular. Había que repartir una cantidad ingente de dinero para ayudar a todos los estados, y los que más lo necesitaban eran España e Italia -por sus deficientes gestiones durante años, claro- y todas las cantidades a repartir estaban acordadas de antemano. No se trataba de conseguir, o no, una determinada cuantía en concepto de algo muy parecido a un rescate. Lo único –y era mucho- que se pretendía acordar era el modo de como hacerlo porque de ello dependía en gran medida la viabilidad y pervivencia de la UE como tal. Sánchez no ha conseguido que le concedan 140.000 millones de Euros, no señor, lo que ha hecho es aceptar las condiciones en que nos llegará el dinero, que no han sido ni más ni menos que las que en gran medida se esperaban -sobre todo por tan pésimo prestigio con el que hoy nos movemos en Europa-, o sea: las condiciones que pueden echar por tierra todas las promesas electorales del PSOE y, sobre todo, las de Podemos. Así que menos lobos, señores del gobierno de cohabitación precoz y procaz.
Por supuesto, Sánchez no había contado previamente para nada con la opinión de la oposición, para luego acusarla de falta de colaboración. Faltaría más.
Que se haya producido el acuerdo es una gran noticia por lo que tiene de hacernos saber que Europa está ahí, una Europa en la que todos nos necesitamos, los austeros y los manirrotos, los sensatos y los inconscientes. La UE que, aunque sea a un alto precio y a pesar de más de una decisión judicial incomprensible, siempre estará atenta, al menos en el marco financiero para, con sus políticas económicas a caballo entre lo liberal y lo socialdemócrata moderados -es verdad que también con algún tinte seudoprogre-, evite que nos precipitemos al abismo del populismo socialcomunista, bolivariano, leninista e iraní.
Europa nos va a estar vigilando muy de cerca para que las locuras innatas del dúo tóxico, S&I, no se puedan llevar a cabo. Pero es que la deuda la acabarán de pagar nuestros nietos o sus hijos; pero es que no nos va a llegar un mísero euro antes del 2.021, con lo que con el agujero del déficit del presente año el panorama seguirá siendo desolador. Es que, además, no vamos a recibir el dinero más que fraccionado en los próximos siete años, por lo que cada ejercicio seguirá soponiendo un terrible dolor de muelas dadas las previsiones de aumento del déficit en cada uno de esos ejercicios y con una deuda pública tan desbocada que podría alcanzar el 120% del PIB. Y es que, a pesar de todo, nosotros al igual que los demás, tendremos también que seguir aportando nuestra parte para contribuir a la financiación del presupuesto comunitario para el periodo 2.021-2.027.
Las condiciones van a ser muy duras y los populismos tendrán que renunciar a muchos de sus despropósitos. Lo seguiremos pasando mal y no, no vamos a poder atar los perros con longaniza, ni con este gobierno diseñado para cualquier cosa menos para la gestión económica, ni con los que puedan venir pues hay desastre para años, así que, lo dicho, menos lobos Caperucitas Rojas. Y menos aplausos bobalicones de estómagos agradecidos. Por supuesto.