La política necesita sensatez
La política es el arte de vender, de la manera que resulte más convincente, unos determinados conceptos ideológicos o unas capacidades de gestión. El político es una especie de trilero que se pasa la vida intentando persuadir a la gente de que su manera de gobernar es, o puede ser, mejor que la de sus oponentes.
Ningún líder puede olvidar que tiene que ofrecer proyectos creíbles y entendibles por la mayoría de la población, mayoría que debe cifrarse y traducirse en un alto porcentaje de votos. Es imprescindible para ello transmitir imagen de sosiego, ser verosímil y alejarse de cualquier tipo de iracundia –que de acusarles de lo contrario ya se encargarán sus rivales-. Cualquier dependiente de cualquier comercio lo sabe bien, pero eso no todos los partidos saben mercadearlo adecuadamente.
Todas las formaciones políticas españolas parecen haberse contagiado de la moda que implantara el socialista Pedro Sánchez de fichar para sus carteles electorales a figuras mediáticas o de algún modo conocidas y reconocibles: periodistas, deportistas, escritores, tertulianos, toreros o militares retirados, entre otros. Bien se trate de postureo, de querer producir algún tipo de impacto, de marcar algún tipo de posicionamiento respecto a temas como la tauromaquia, el feminismo, el amor a nuestro país, el deporte o lo que se les pueda ocurrir según de quien se trate, lo cierto es que la idea ha cundido entre nuestros líderes.
Respecto a la presencia de miembros de la milicia en estas listas me parece oportuno hacer algunas puntualizaciones. En primer lugar, convendría saber que no es lo mismo un militar en situación de Reserva que en la de Retiro; existe mucha desorientación al respecto y el desconocimiento hace que ambos conceptos se confundan a menudo.
Cuando un militar está en lo que se conoce como la situación de Reserva, que coincide con los últimos años de servicio, previos a la jubilación, sigue dependiendo a todos los efectos del Ministerio de Defensa, debe seguir manteniendo una actitud de estricta neutralidad política y tiene las mismas limitaciones legales que cualquier otro mílite que se encuentre en la situación de Activo, con la salvedad de que el "reservista" ha perdido lo que se conoce como “aptitud de mando” conservando solo la capacidad para ejercer “función” y eso implica que no puede ocupar destinos en unidades armadas o de “La Fuerza”, pero sí aquellos otros que podríamos denominar algo más acertadamente como de carácter burocrático. Si a la “Reserva” se le aplicase un calificativo como “Segunda Actividad” o similar, tal vez no hubiera tanta desorientación. Ningún miembro de las Fuerzas Armadas en situación de Reserva está autorizado a ejercer la política por una evidente obligación de mantener su neutralidad política, valga la redundancia, y si quiere hacerlo deberá pasar a Servicios Especiales o abandonar las filas del Ejército al que ya no podrá volver. Sus limitaciones legales son, por tanto y como ya hemos dicho, exactamente las mismas que durante el periodo de actividad.
Sin embargo, un militar retirado es un señor o una señora que ha dejado de tener dependencia alguna de las FFAA, una persona jubilada que ya no está autorizada a portar armas más allá de los mismos casos en que se pudiera permitir a cualquier civil (caza o tiro deportivo, por ejemplo) y que, por supuesto, ha dejado de ser miembro de los cuerpos armados o colectivos profesionales que, bajo las órdenes legítimas del poder político de su país, pudieran estar facultados para, en caso necesario, hacer uso de la denominada “fuerza legitima” de un estado de derecho. Un militar retirado siempre se sentirá soldado como un sacerdote o un médico siempre se percibirán a sí mismos como tales; su corazón latirá siempre como el de un militar, pero ni siquiera está autorizado a usar el uniforme excepto en actos y ceremonias protocolarias; conservará su empleo como un título honorifico, pero a efectos legales es un civil que ha recuperado todos los derechos ciudadanos, que puede expresar públicamente cualquier opinión y, por supuesto, está habilitado para ejercer la política.
El Partido Socialista Obrero Español tiene como Diputada a una Comandante del ejército retirada y el partido Podemos cuenta con un General de cuatro estrellas, igualmente retirado, dentro de sus órganos directivos, pero ahora, cuando el PP y en mayor número Vox, han decidido incluir en sus listas a militares retirados, la Ministra doña Isabel Celaá se ha permitido el lujo de bautizar a estas formaciones como la “derecha de los Coroneles” quizás en un ridículo intento de compararles con el régimen dictatorial griego instituido entre 1.967 y 1.974, dirigido por Georgios Papadopoulos y conocido como la “Dictadura de los Coroneles”. Como leal discípula del Presidente Sánchez, la señora Isabel cumple a la perfección su papel de demonizadora de la oposición, con razones o sin ellas, da lo mismo, mientras obvia que pertenece al gobierno de un país que tiene a sus órdenes a miles de Coroneles y Capitanes de Navío dentro de unas Fuerzas Armadas con más de 130.000 efectivos.
Como hemos explicado anteriormente, Vox es el Partido que cuenta en sus listas con mayor número de antiguos miembros de los ejércitos, tal vez en un intento de demostrar que son los mayores defensores de la idea de patria y del patriotismo, una de las virtudes que se más se presuponen a los militares. Como es lógico no vamos a objetar absolutamente nada contra esa decisión totalmente legal y legítima. No obstante, nos ha llamado la atención que dos de los elegidos estén entre un numeroso grupo de militares retirados que recientemente firmaron un manifiesto a favor de Francisco Franco, al parecer solo en cuanto a su condición de militar, en vista de que éste estaba siendo desacreditado también en ese sentido.
Reconozco mi natural animadversión y rechazo a firmar cualquier tipo de manifiesto por la intrínseca imposibilidad de que cualquiera de nosotros pueda estar totalmente de acuerdo con un texto escrito por otra u otras personas ya que siempre habrá algo, mucho o poco, en el fondo, en la forma, en el léxico o en la intención, con lo que no todos podemos estar de acuerdo. Por eso he elegido un medio como este blog del que soy el único responsable para bien o para mal, y lo que aquí se exprese lo digo yo asumiendo plenamente mi compromiso.
Respetaré siempre cualquier opinión, pero tampoco me parece demasiado creíble que los firmantes del antes citado manifiesto solo quisieran defender la figura de Franco como militar.
Empezábamos este artículo hablando de la credibilidad, la capacidad de convicción y la imagen de sosiego que todo partido político debiera tratar de transmitir si pretende ser aceptable y aceptado. Y por muy respetable que nos pueda parecer cualquier modo de pensar, incluido el de quienes firmaron el expresado manifiesto, no nos parece inteligente incluirles en unas listas electorales, del mismo modo que no nos parece una decisión muy lúcida plantear el tema de si los particulares debieran poder, o no, portar armas y utilizarlas en determinados casos; con razón o sin ella el tema no venía a cuento y desde luego no era el mejor momento para sacarlo a colación. Y visitar a ciertos líderes como el polaco Jaroslaw Kaczynski, líder del partido Ley y Justicia que lleva en su programa la implantación de la pena de muerte, tampoco nos parece prudente por mucho que ellos puedan sintonizar ideológicamente. Deberían evitar adentrarse en terrenos pantanosos y centrarse más es en propuestas sobre la economía, el empleo, la sanidad, la familia... y todo aquello que realmente preocupe a los ciudadanos.
Creemos también que es normal que cuando un partido se halle en fase de crecimiento y tenga que ampliar sus cuadros directivos, se les puedan “colar” gentes de escasa talla intelectual o moral pero también parece que en Vox debieran ser, o al menos parecerlo, más cuidadosos a la hora de elegirlos porque algún sospechoso parece haber pasado los filtros. O, para variar, lo explican mal.
Se queja mucho Vox, se quejan sus dirigentes, de que se les tergiversa constantemente y se les difama con fake news, noticias falsas o intencionadamente deformadas. Probablemente no les falte bastante razón, pero sus actuaciones también parecen, a veces, ir encaminadas a buscar ese efecto provocador con toda la intención porque, como también dicen, piensan que cuanto más se metan con ellos más réditos electorales inmediatos les producen. Y puede que sea cierto.
Que eso sea rentable a largo plazo ya nos parece más dudoso. Tal vez debieran mirarse en el espejo de sus más encarnizados y alejados oponentes, en la extrema izquierda podemita y demás compañeros mártires, para darse cuenta de que ese camino les puede ser rentable ahora, pero también que el suflé que antes se hincha es el primero que se desinfla y conducirles a unos resultados finales similares a los de aquellos en algunos años.