La Moción de Vox
Tras la fallida moción de censura presentada por Vox en un intento que de antemano se sabía estéril en cuanto a posibilidades de éxito, se han desbordado muchas emociones.
Son diversas las interpretaciones en la prensa, en la radio, en las televisiones y en las redes sociales, pero no deja de llamar la atención el importante impacto emocional (léase cabreo) que el resultado final y las palabras de Casado ha supuesto para muchos, especialmente para aquellos que se sienten más identificados con la formación liderada por Santiago Abascal. He recibido bastantes mensajes al respecto, la mayoría en forma de Whatsapp, de amigos y familiares, todos muy queridos, unos alegrándose por el resultado y otros indignados, pero mensajes que me han hecho pensar sobre todo ello y, finalmente, llegar a la conclusión de que, incluso a pesar de la gran cobertura que toda la prensa ha dado a este evento -si es cierto como se dice que Vox buscaba protagonismo mediático desde luego que lo ha conseguido-, todo esto quedará pronto en el olvido y los avatares políticos, para bien o para mal, seguirán discurriendo de forma muy similar a la que hasta ahora lo han hecho.
Pero veamos:
En primer lugar, yo diría que es indiscutible que este gobierno que tenemos la desgracia de sufrir es absolutamente criticable y digno de la mayor reprobación, algo que en este blog hemos repetido hasta la saciedad; tampoco nos cabe ninguna duda de que se debe seguir reprochando, con acritud incluso, la nefasta gestión realizada por el ejecutivo; pero presentar una moción de censura, sin expectativas de éxito, en un momento de grave crisis sanitaria como el actual me parece que es caer en la trampa de hacer lo mismo que hace el gobierno, que es, con la que está cayendo, intentar sacar rédito político durante la situación de crisis. Y si no es así se le parece mucho.
No se si esto era o no una “OPA hostil” como se ha llegado a decir, pero de que Vox estaba tratando de poner al PP en un aprieto, de que querían tensar la cuerda para forzarles a desnudarse ante su electorado y de que, sobre todo, formaba parte de un ardid para acercarse lo más posible a su ansiado sorpasso y allanar el camino para hacerse con la hegemonía de la derecha, no me cabe la menor duda.
Personalmente, y ruego se me disculpe por tanto hablar en primera persona pero es que en realidad solo deseo expresar una opinión propia, creo que el partido popular debería haberse conformado con una abstención -y en eso coincido con Cayetana Álvarez de Toledo- porque si por un lado debía defenderse de ese presunto intento solapado de agresión cuando no había posibilidad matemática de desbancar a tan impúdico gobierno, los populares tampoco debieran haber sumado su voto negativo a partidos tan reprobables como Bildu, ERC o UP. Y también me pareció excesivo el ataque tan descarnado y casi personal de Casado a una persona, Santiago Abascal, de quien creo que con sus aciertos y sus errores es poseedor de un noble corazón y español por encima de todo.
Pero es que también el líder de Vox cometió demasiados errores y provocaciones en su exposición de motivos de la moción. Su predecesor e introductor, Ignacio Garriga, estuvo muy acertado, pero Abascal no tuvo su mejor día, y lo siento. Creo que sus reproches al gobierno fueron muy acertados y eso lo compartimos todos cuantos deseamos que Sánchez y toda su cohorte de políticos indeseables sean desalojados cuanto antes del gobierno de España. Sin embargo empleó algunos calificativos que no son admisibles en sede parlamentaria. Por muy cierto que sea que todos creamos que el gobierno es culpable y debiera ser juzgado por su gran negligencia en la gestión de la crisis, debiera haberse ahorrado calificativos como el de “gobierno criminal” entre otros, sin que medie una previa condena judicial. Una cosa es hablar ante la prensa pero otra disertar en las Cámaras Legislativas. Estas expresiones dan facilidades al interlocutor para que le eche en cara haberle insultado, que es el argumento que más les gusta aunque ya sabemos que ellos lo emplean a menudo.
Una moción, como bien sabemos, debe ser constructiva y supone tanto que se pueda descalificar a quienes gobiernan como que hay que presentar un programa de gobierno creíble, y en eso don Santiago se quedó muy corto. Declararse contrario a la Unión Europea, cuando de no existir la UE probablemente ya estaríamos exactamente igual que Venezuela, una UE que supone la única esperanza de que la ruina económica en la que ya estamos pueda revertir, se antoja inadmisible. Declararse contrario al estado de las Autonomías, una organización territorial contemplada en la Constitución, sistema que sin duda necesitaría una adecuación y es muy mejorable, no es admisible en un partido que se considera constitucional. Reiterar que el actual es el peor gobierno de los últimos 80 años es, una vez más, caer en el mismo error que la izquierda cuando intenta remover el pasado guerracivilista ¿qué necesidad había de ello? Abascal solo parecía querer resaltar los graves errores del gobierno pero sin ofrecer casi nada en su lugar, más allá de prometer convocar unas elecciones que sin duda volverían a dar la victoria a Sánchez para regalarle otros cuatro largos años. Seguimos sin saber bien cual es el programa económico de Vox, o qué quiere hacer con la Sanidad y las pensiones, más allá de repetirnos una y otra vez cuatro tópicos que parecen más propios de un populismo del que debería alejarse. El problema, en definitiva, es que Vox es un partido muy bisoño que comete errores inadmisibles y que hasta que no aprenda que para tener éxito en política no se puede dar rienda suelta a las vísceras, lo va a seguir pasando mal.
Una moción de censura no debe ni puede basarse solo en el reproche. Todos los que nos consideramos liberales estamos de acuerdo en que lo de Sánchez en una vergüenza, pero las proposiciones de Abascal estaban muy mal planteadas y resultaban inaceptables para un Casado al que le dio demasiadas facilidades para defenderse de lo que muchos consideramos un ataque no muy oculto al PP.
Se supone que Abascal es un hombre inteligente y debiera darse cuenta que su partido y el de Casado no son el mismo y que, por lo tanto, pueden existir y existen diferencias de criterio por mucho que ambos deban ser defensores a ultranza de una España unida y que los dos puedan tener una concepción más o menos liberal de la sociedad y la economía de mercado.
Sí, es muy posible que Pablo Casado se excediese en el ataque a Santiago Abascal y quizá el PP debiera haberse abstenido en la votación, aunque no mucho más. Pero el líder de Vox ni dio facilidades ni abrió una línea de entendimiento factible. Vox necesita hacer más autocrítica, aprender de sus errores, no creerse en poder de la verdad absoluta, encajar los golpes adversos, aceptar las críticas y pensar con mentalidad política y sibarita porque en política, para bien o para mal, es donde se tienen que desenvolver.
El tiempo dirá a quien beneficia o perjudica más todo lo acontecido. No sabemos si Casado con su actitud ha perdido o ganado votos, no sabemos si Abascal sacará rédito de su moción o no. Las próximas elecciones, por desgracia, pueden tardar mucho en llegar y de aquí hasta entonces todo puede dar muchas vueltas.
Pero, como decía al principio, creo que cuando transcurra un cierto tiempo, cuando los ánimos se hayan calmado, todo volverá a se como antes. El PP y Vox -Ciudadanos ya veremos- están condenados a entenderse para evitar o tratar de impedir en lo posible que esta izquierda ruin que tenemos siga haciendo de las suyas. De momento ya sabemos que ningún pacto anterior se va a romper y creo que lo mismo seguirá ocurriendo en lo sucesivo cuando lo necesiten. El PP debiera perder los complejos, no escuchar engañosos cantos de sirena y estar más dispuesto a hablar francamente con Vox; Abascal por su parte tendría que ceder en algunas posturas radicales, admitir que 1+1+1 no suma lo suficiente y asumir que la única posibilidad de ganar unas futuras elecciones pasa por recuperar la unidad que se perdió hace tiempo. La dura rivalidad entre ambos, el meterse los dedos en los ojos y el querer ser más que el otro es garantía de fracaso.