Sobre el aborto
No son pocos los que están en desacuerdo con una ley que permite la interrupción voluntaria del embarazo, aunque ya no se hagan oír mucho o lo hagan cada vez menos. Se discrepa de la ley actualmente en vigor en España, una ley de plazos que no hace otra cosa que permitir el aborto totalmente libre hasta la semana 14 de la gestación. Entre otros muchos interrogantes cabría preguntarse qué diferencia a un feto de 14 semanas de otro de 15. Tampoco satisfacía ni a todos ni del todo la anterior ley llamada de supuestos, pero al menos en esta se planteaban unas causas no exentas de lógica y con mucha mayor carga de racionalidad.
El tema tiene muchas aristas pero, de momento, lo único que aquí y ahora se reivindica es el derecho a disentir sin por ello ser objeto de descalificaciones en esta España nuestra. Supongo que es admisible discrepar, aunque solo sea en nombre de la libertad de conciencia, a pesar de que vivamos un tiempo en el que parece imponerse el criterio, no solo de lo políticamente correcto, sino también el del pensamiento único que es el que impera en las dictaduras, pero que ahora parece pretender implantar un progresismo que ha logrado rodearse de una aureola de superioridad moral sin que le asista ninguna base o fundamento.
Acatar cualquier precepto legal es lo cabal, pero también se deberá admitir que existe el derecho de aspirar a modificarlo cuando a uno no le parezca justo. ¡Ah! y no debemos olvidar que el señor Mariano Rajoy llevaba en su programa electoral la derogación de esta ley... ¡Ay Mariano!
Estamos convencidos, de buena fe, de que el feto es un ser vivo, tan vivo como usted o como yo -el más inocente e indefenso- desde el mismo momento de su concepción y que tiene todo el derecho a ser protegido; nadie debiera arrogarse la facultad de decidir que no se es un ser humano hasta un determinado momento y a partir de otro sí. Defendemos la vida como bien supremo; no queremos faltar al respeto a quien piense de otra manera, pero merecemos y pedimos la misma consideración. Reivindicamos no ser tachados de ultracatólicos -el término ultra está siendo demasiadas veces aplicado de modo interesado y por ciertos sectores, a todo concepto que se aparte de sus planteamientos-. Reivindicamos también que no se nos atribuya ningún otro epíteto peyorativo que nos pueda identificar con la extrema derecha. Tendríamos, incluso en su caso, el derecho a errar sin por ello ser desacreditados. Algún extremista será inevitable que exista como en cualquier otro sector de la población -incluido el opuesto a este- aunque siempre serán minoría, pero entre nosotros hay creyentes y no creyentes, gentes de derechas y gentes de izquierdas. Solo defendemos la vida y el derecho a vivir y, aunque sea necesario regularlo por ley, creemos que más que un tema para el debate político debería plantearse como una cuestión de conciencia; y que cada cual responda ante la suya.
Estamos y estaremos siempre en contra de cualquier clase de pena de muerte.